Vilma, por siempre
Todavía recuerdo, como si fuera ahora mismo, aquel 18 de junio del 2007.
Cuba amaneció de duelo. La noticia corrió de boca en boca. Vilma Espín Guillois había muerto. O más bien, había pasado a la posteridad, para quedarse así, eterna, en el corazón de su pueblo.
“Es la persona más dulce que he conocido”. “Es la madre y la esposa tierna”. “Es hidalguía, belleza femenina, y también firmeza”. “Encarna lo mejor de las cubanas”. “Tanto ha hecho por las mujeres, por la familia cubana, por las niñas y niños, que muchas generaciones debemos a ellas lo que somos hoy”.
Fueron frases que escuché aquel triste día, cuando el pueblo, consternado, acudía a la Biblioteca Provincial Martí para rendir postrer tributo a la Heroína del llano y de la Sierra, de las batallas después del triunfo revolucionario, de la voz que se alzó, más alta que nunca, en tribunas nacionales e internacionales para defender a Cuba, a su revolución.
La amante de la danza, de la ciencia, de la música. De la sensibilidad y las cosas grandes que nos regala la vida. La que no escatimó un minuto para defender la igualdad y equidad social, para defender los derechos y la autonomía de las mujeres, para luchar en medio de un profundo proceso social, por la liberación femenina después de tantos y tantos años de ostracismo y discriminación.
La veo sonriente y siempre preocupada por todos los temas a debate en las sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, o conversando con campesinas en el surco, con obreras en los talleres, con investigadoras en centros científicos. Con federadas en cualquier lugar de esta isla.
La veo en los círculos infantiles, jugando con los más pequeños, o interesándose en una reunión por las muchachas que habían desviado el camino o por los jóvenes desvinculados.
Nada escapó a su sensibilidad de dirigente femenina. Muchas líderes internacionales la recuerdan con orgullo, como una gran amiga y símbolo de la Revolución.
La escucho ahora mismo, con su dulce voz, cantando las nanas a sus hijas e hijos, Déborah, Alejandro, Mariela y Nilsa.
La veo al lado de Raúl, de Fidel, con esa sonrisa tan optimista que era capaz de hacer feliz a cualquiera que estuviera a su lado.
Era una maestra de amor.
Hace unos años visité el Mausoleo del Segundo Frente Oriental Frank País en las legendarias elevaciones de la Sierra Cristal.
Tan sencilla como su vida misma, se rinde tributo allí a las cenizas de esa mujer que permanece rodeada de flores en ese sitio hermoso del paisaje cubano, donde ella hizo historia vestida de verde olivo y de ternura. Así la veo este día, en que no lamentamos su muerte, más bien le damos las gracias a esa mujer cubanísima que, definitivamente, este 18 de junio sigue guiándonos, para ser mejores personas, y para comprender que vale la pena una vida entregada a un pueblo y al amor.
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