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Roberto González: su lucha por la dignidad de Cuba

Roberto González: su lucha por la dignidad de Cuba

Hay noticias que prefieren no escucharse en el instante en que la recibimos. Luego, la amarga realidad y el destino se empeñan en demostrarnos que, aunque nos quiebren y nos golpeen infinitamente, deben asumirse.

Roberto, el hermano de René dijo adiós a la vida, cuando todavía hacía tanta falta en una batalla que no culminará hasta que los cinco regresen a su Patria.

Roberto fue el abogado consagrado que entregó los últimos años a demostrar la justeza de una causa. No lo hacía con autosuficiencia ni con demostraciones de poder por sus amplios conocimientos jurídicos. Ni tan siquiera por los fuertes e indestructibles lazos de sangre que lo ataban a su hermano René.        

Roberto sabía que al demostrar la inocencia de los cinco, también defendía la dignidad de Cuba, y lo enseñaba de la manera más sencilla, con el verbo encendido, una sonrisa en los labios, palabras muy cubanas, y firmeza y ternura en su rostro.

“Las condenas impuestas a Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y su hermano René son injustas. Ellos son inocentes. Pero ¿por qué lo decimos? ¿Cómo lo demostramos?” Eran sus primeras preguntas cada vez que dialogaba con un auditorio.

Entonces llegaban sus respuestas de manera diáfana, como ese ejemplo que siempre citaba, al hablar del estado de necesidad que tenía Cuba de defenderse del terrorismo.

Contaba que,  “aunque una persona no está entrenada como bombero, si ve un fuego y alguien corre peligro, había que romper puertas y ventanas de esa vivienda para salvar esa vida”. Así, sencillamente, convencía de la noble misión de  los cinco: salvar a seres humanos.

Tenía un argumento para cada pregunta, porque la razón siempre estaba a flor de piel.

Se dedicó en cuerpo y alma a buscar evidencias, estudiar el caso, nucleó amigos y especialistas de la rama del derecho en el mundo para visibilizar más las irregularidades del proceso. Asistió a los juicios y vistas de re-sentencias de quienes consideraba sus cinco hermanos, y nunca faltó su aliento en los instantes más duros.

El se convirtió en la voz de su pueblo y en el puente que definitivamente nos unió a los luchadores cubanos. Viajó kilómetros y kilómetros para encontrarse en cualquier parte del mundo con amigos de la solidaridad, con cualquiera que quisiera escucharlo.

Fue su lucha por la verdad, porque se hiciera la luz y para mostrar ante el mundo, definitivamente, la inocencia de los Héroes.

Si algo agradeceremos siempre a Roberto González es que no sólo nos enseñó a comprender desde el punto de vista legal las vilezas que se cometieron y siguen cometiéndose contra los cinco.

El nos descubrió a los hombres de carne y hueso, se empeñaba en demostrar que Gerardo, Fernando, Antonio, Ramón y René son hijos de su generación, y repetía una y otra vez que muchos cubanos y cubanas estarían dispuestos a hacer lo que ellos hicieron.

Contaba anécdotas sin cesar: las maldades que junto a René hicieron de niños, del equipo de pelota que preferían, hablaba de los familiares y las conversaciones puertas adentro del hogar, de la resistencia de los cinco, de cómo en los momentos más difíciles no flaquearon. Hablaba del amor que ellos inspiraban, de las madres, de las esposas, de los hijos que llegaron y los que nunca pudieron concebirse por el odio y la maldad de un enemigo que no perdona la altivez.

Quería verlos así, como esos seres que son, provistos de muchos sentimientos. Describía como excelente comunicador que era, las características de cada uno, en fin, logró acercarnos más a quienes parecían inalcanzables en un inicio por su estatura colosal.

Una periodista le preguntó una vez qué haría con su profesión y con su vida cuando terminara la lucha por el regreso de los cinco. Roberto confesó que nunca lo había pensado, pero que seguramente le quedarían fuerzas para luchar por otras causas justas.

Aún tuvo resistencia, dentro de su gravedad, para esperar y darle el último abrazo a René, quien pudo venir a visitarlo en condiciones de libertad condicional. Seguramente el diálogo de hermanos trajo muchos recuerdos y dejó sellados, quizás, compromisos que se establecen y que trascienden la vida o la muerte.

Hoy, cuando no está físicamente, sus palabras y su visión clara del deber, su consagración, su lealtad, serán como un talismán, como una luz que nos indicará el camino para continuar una batalla que él ayudó a incentivar por el regreso de los cinco, que es decir- y él lo sabía muy bien- por la dignidad y el honor de Cuba.

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