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Los cinco y la fuerza del amor

Los cinco y la fuerza del amor

Fue el amor el sentimiento que inspiró a cinco jóvenes cubanos a dejarlo todo, sus familias, sus amistades, sus barrios y su patria, en nombre de una causa mayor.

Por amor a sus compatriotas, al futuro de su país, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, René González, Fernando González y Antonio Guerrero, renunciaron a la felicidad que regala compartir día a día con los suyos.

Y así, con esa convicción de amor grande, partieron un día, y cambiaron sus nombres, y con su actuar, infiltrados en grupos terroristas de Miami, evitaron la muerte de muchos compatriotas.

En el año 2001, Tony, en su Alegato de Defensa, ratificó una certeza: el amor les dio fuerzas para continuar:

 

Una de las formas posibles de impedir los actos brutales y sangrientos, de evitar que el sufrimiento creciera con más muertes, era actuar en silencio.

 No quedó otra alternativa que contar con hombres que —por amor a una causa justa, por amor a su Patria y a su pueblo, por amor a la paz y a la vida— estuvieran dispuestos a cumplir, voluntariamente, ese honroso deber en contra del terrorismo. Alertar del peligro de agresión. (…) Yo amo la Isla donde crecí, me eduqué, y en la que viven mi madre, uno de mis idolatrados hijos y muchos otros de mis seres queridos y amigos; también amo a este país en el cual nací, (refiriéndose a los Estados Unidos) ,  donde en los últimos 10 años de mi vida he dado y recibido verdaderas muestras de amor y solidaridad.

La naturaleza de alta sensibilidad de estos hombres se hace más evidente en las relaciones con sus familiares, sus madres, sus esposas y sus hijos. Gerardo Hernández y René González no han podido ver a sus compañeras Adriana Pérez y Olga Salanueva en estos años de encierro. Las cartas que ellos les envían guardan la grandeza del amor en esas parejas:

 

Nosotros, mientras tanto, seguiremos siendo dueños de la risa, del optimismo, de la alegría de vivir  y de la satisfacción de  haber pasado por todo esto sin arrodillarnos, sin humillarnos, y sobre todo, sin amargarnos. Si acaso me faltara decirte algo sería el darte las gracias por amor, por tu apoyo y por haber estado a mi lado durante este tiempo dándome este aliento que todavía me acompaña y me acompañará por siempre.

(…)A veces quisiera tener más tiempo e imaginación para desbordarte de cartas, poemas y mensajes. Me parece poco lo que te escribo para expresarte todo lo que has representado en mí en la última mitad de mi vida, pero me consuela saber que cada momento que hemos pasado juntos ha sido un momento para regocijarnos en nuestro amor y hacernos la vida feliz el uno al otro. (De René a su esposa Olga)

 

Las cartas de Gerardo a Adriana confirman la huella de un amor indeleble:

 

Cuando cada mañana abro los ojos mi primer pensamiento es siempre para ti, y saber que existes, que te tengo, que puedo contar contigo, es lo que me da esas primeras energías tan importantes de cada día. )…)  Nosotros tenemos lo más importante, mi niña, nos tenemos el uno al otro, tenemos este amor inmenso que ha superado todas las pruebas, a partir de ese punto, podemos lograr cualquier cosa. (…) Te amo, reina. No te imaginas cómo se me estremece todo el cuerpo sólo de pensar en el momento en que te tendré entre mis brazos y besaré tu frente y esos ojazos que son mi perdición. ¿Tú sabes cuál es el proyecto más importante que tengo en mi vida? ¿Cuál es la más importante de todas las razones por las que debo regresar? ¿El motivo fundamental por el que quisiera vivir muchos

años? ¿La principal causa a la que quiero dedicar todas mis fuerzas y todas mis energías por el resto de mis días?: a hacerte feliz y poder corresponder a todos tus sufrimientos, a todos tus  sacrificios y a todo el amor que me has dado durante todos estos años. (De Gerardo a su esposa Adriana)

 

Y basta también leer las cartas de Ramón a Elizabeth, o de Fernando a Rosa Aurora, para darnos cuenta que son relaciones especiales. Relaciones que no han podido ser rotas por el tiempo ni por la distancia.

De todos los momentos de mi día aquellos que comparto contigo son los que más significan para mí, no importa lo que hagamos...De todos los recuerdos felices que conservo en mi corazón, aquellos que más aprecio son en los que tú estás presente...Y de todos los sueños especiales que haya tenido en mi vida, el que más deseaba se hizo realidad cuando te convertiste en mi esposa. (De Fernando a su esposa Rosa Aurora)

En la primera carta que llega a manos de Elizabeth Palmeiro de su esposo Ramón Labañino, luego de ser aprehendido, hay confesiones que hacen aflorar lo más hermoso de esa relación:

Quiero que sepas que en los momentos más difíciles, en la soledad más extrema, cuando extrañábamos hasta la voz de un ser humano (y teníamos hasta el temor de perder la comunicación, añorábamos incluso oír alguna palabra, en cualquier idioma de alguna persona), siempre, siempre, estuviste presente, tú, tu sonrisa y nuestra increíble historia de amor. En esos momentos extremos siempre te tuve, sin falta, a mi lado. También estaba mi madre. Estaban todos, mis hijas, mis seres queridos, mis amigos, y en lugar cimero esa madre primera a la que todos nos debemos: mi patria.

(De Ramón a su esposa Elizabeth)

 

En tantos  versos surgidos de la sensibilidad de Antonio Guerrero, la palabra amor es como un sostén para seguir con las frentes altas, lejos del odio y la desesperanza.

Regresaré y le diré a la vida

he vuelto para ser tu confidente.

De norte a sur le entregaré a la gente

la parte del amor en mí escondida.

 

Por eso , este Día especial,  cuando se entregan los besos y las caricias de un 14 de febrero, que nos sugiere ser mejores personas, habrá que pensar en cinco hombres, que tras las rejas de prisiones federales norteamericanas, siguen, así, en pie, firmes y románticos, también por amor.

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