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Ministerio del Interior: 51 años en la salvaguarda del pueblo

Ministerio del Interior: 51 años en la salvaguarda del pueblo

Hace 51 años nació el Ministerio del Interior. Surgió de las propias entrañas del pueblo.

Hombres y mujeres que, con rostros anónimos u otros más visibles se consagran a una misión altruista y de amor: la salvaguarda de la seguridad nacional y la garantía de la tranquilidad y felicidad de las cubanas y los cubanos.

A los combatientes del MININT los ha caracterizado, en primera instancia, su sencillez, su capacidad sin límites de enfrentar las misiones más difíciles sin pedir nada a cambio, sólo la satisfacción del deber cumplido y de recibir, como regalo, la sonrisa y el agradecimiento de tantas personas que los admiran y respetan.

Allí están los policías, en las calles, luchando contra cualquier acto delictivo que pueda empañar la imagen de nuestro proyecto social.

Allí están los guardafronteras, vigilantes insomnes que protegen nuestras costas, los de la Aduana, preservando la pureza de la isla, los guardabosques, cuidando los recursos  naturales tan queridos por quienes vivimos en esta nación, y por quienes nos visitan. Los bomberos, “corazones de fuego”, como reza una canción del Grupo Cubano Buena Fé.

Allí están, en primera línea, salvando vidas cuando hay un desastre natural o cuando se provoca un incendio, o cuando hay  una catástrofe. Entonces, no escatiman sacrificios, ponen en peligro hasta sus propias vidas para proteger a sus semejantes.

Los he visto en medio de inundaciones provocadas por fuertes lluvias o por los recurrentes huracanes que laceran mi isla. Con los ojos enrojecidos por el cansancio, no vacilan en ir a los lugares más peligrosos para traer a un niño, una niña, una mujer o un anciano en brazos. Entonces, llegan con una sonrisa indescriptible, esa que sólo llevan quienes saben que han hecho un bien a los demás.

Constructores de sueños y esperanzas, no hay plan macabro contra nuestra Revolución que estos hombres y mujeres hayan permitido cristalizar.

Con rostros anónimos, con nombres propios olvidados, lejos de sus familias y de sus padres, infiltrados en las filas del enemigo, han devenido titanes del honor y de la seguridad del Estado y de su país, tan asediado por un enemigo que no permite la dignidad de quienes habitamos en esta isla.

Mientras dormimos, mientras llevamos a nuestras hijas e hijos a sus escuelas, mientras caminamos por nuestras calles con la certeza de la seguridad de un país donde la tranquilidad ciudadana no es una quimera, detrás de ese bienestar está el desvelo de quienes siempre serán la salvaguarda de la esperanza y del amor del pueblo.

 

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