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"Del manto del amor": para las madres de los cinco

"Del manto del amor": para las madres de los  cinco

"Del manto del amor" es el título de un poema de Antonio Guerrero, dedicado a Mirta Rodríguez, su madre, y no reconozco realmente una frase mejor para definir todo lo que han hecho durante estos años de encierro, dolor y esperanza, las madres de los Cinco Héroes cubanos.

Cuenta Tony que fue en una visita a la prisión donde Mirta y su hijo Tonito le ayudaron a construir los versos “sobre la ternura más pura, la de una madre y lo que ella representa”.Y dice el luchador que fue su progenitora quien, para el último cuarteto, propuso el hermoso verso ‘la ternura infinita’:

 

La ternura más pura

del manto del amor

se envuelve la ternura,

la ternura más pura

que es lucero y es flor.

 

La ternura que engendra

el árbol de la vida,

la que hace que uno aprenda

lo que nunca se olvida.

 

La ternura infinita,

la que todo lo abre,

la que nada la imita,

la que ofrece una madre    

 

Ternura infinita han derrochado en estos catorce años de encierro de sus hijos estas madres-coraje. Ellas han devenido líderes del combate por la libertad de Gerardo, René, Ramón, Fernando y Antonio.

Escucharlas hablar en cualquier tribuna, en una entrevista concedida a un medio de prensa, en un recorrido por esta isla, o por cualquier lugar del mundo donde un grupo solidario las invite, es tener la certeza de que sólo mujeres de esa estirpe pudieron engendrar hombres de la estatura de estos luchadores.

Muchos aseguran que Nereyda Salazar, la madre de Ramón, ya fallecida, vivía orgullosa de su vástago, y para él, uno de sus mayores sufrimientos es saber que ella murió sin poder conocer de su misión.

Carmen, la madre de Gerardo Hernández, dijo adiós, porque, aseguran, no pudieron su corazón y su mente soportar el dolor de ver a su hijo condenado por un delito que nunca cometió. Mientras sus fuerzas la acompañaron, participó en todos los actos para reclamar la libertad de los héroes.  Fue a la cárcel a visitarlo, y cuentan que sus ojos se iluminaban cuando, aún muy enferma, le mencionaban el nombre de su querido hijo.

Mirta camina hoy más lento, pero su energía se mantiene intacta. Hablar de su hijo le da ímpetus para continuar.

Magali e Irma han confesado que en momentos muy duros, como el instante en que reciben sus llamadas o cuando van a visitarlos a prisión, o cuando los imaginan tras una celda, pasando todos los rigores de una prisión injusta, o cuando fueron a la vista de resentencia, han sentido mucho dolor, un dolor que sólo se compensa con la fuerzas que ellos les transmiten, esa fuerza de coraje que las anima a continuar y lidiar contra la injusticia.

Las tres nos acompañan actualmente en esta lucha, ¿qué decirles en este día? Quizás enviarles este domingo especial todo el agradecimiento de un pueblo que vive orgulloso de tenerlas, que comparte con ellas sus alegrías, tristezas, sueños, esperanzas, sus batallas de siempre.

Por las lágrimas que en silencio han derramado, por esa sonrisa siempre tierna cuando muchos hijos se les acercan, por sus voces siempre firmes, reclamando libertad. Porque sus frentes se mantienen altas, y porque la nostalgia y el dolor no han mellado ni un ápice su fe y el espíritu indoblegable que heredaron de Mariana, porque no han tenido tiempo para el cansancio ni para el odio, porque son nuestras, tan cubanas como aquellas que fueron a la manigua, o las que dieron un beso de despedida al hijo que partió a cumplir una misión. Porque saben que el tiempo es de lucha, y que sólo el amor repartido y multiplicado podrá abrir las prisiones injustas. Por todo ello, este domingo, viven esta celebración del Día de las Madres, con una certeza y un compromiso: todo un pueblo y mucha gente buena del mundo continuaremos la batalla hasta que René, Ramón, Gerardo, Antonio y Fernando estén en casa, en su patria, y puedan recibir, definitivamente, el beso de la madre y de la esposa que un día quedaron pendientes en cualquier rincón del hogar.

Y que ese manto de amor que ellas han ofrecido siempre, sea el motivo más grande para decirles que jamás estarán solas, y que un día llegará en que podrán abrazar, aquí en la patria, a los hijos que vendrán victoriosos, con la estrella en la frente, y llenos de esa “ternura infinita, la que todo lo abre, la que nada la imita, la que ofrece una madre”.

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