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Nicaragua: otra victoria del ALBA

Nicaragua: otra victoria del ALBA

Daniel  Ortega acaba de ser reelecto como presidente de la República de Nicaragua con el 63,95 por ciento de los votos, de acuerdo con los más recientes datos preliminares.

No por esperada la noticia deja de impactarnos.

Estar en esa nación centroamericana durante más de un mes me permitió constatar cuánto hace el Frente Sandinista  de Liberación Nacional en medio de grandes vicisitudes y sin todos los recursos necesarios, para paliar las urgencias de un pueblo que ha debido enfrentar guerras, desastres climáticos, intervenciones externas, dictaduras y una miseria de siglos.

“Somos dos,  Vos, usted, nosotros, para cambiar este país”, decían los anuncios y los lemas que presidieron la campaña encabezada por el FSLN.

Por una “Nicaragua cristiana, socialista, solidaria”, anunciaban los carteles, y siempre, una frase muy conocida por los cubanos, porque su esencia fue escrita hace más de un siglo por nuestro Héroe Nacional José Martí: “Con todos y por el bien de todos”.

Allí conocí las razones de por qué una gran mayoría del pueblo apoya al Frente. Los programas sociales, entre ellos la construcción de viviendas, con facilidades de pago,  para los que no tienen techos, el bono alimentario, y otros que contribuyen, sin dudas, paso a paso, a cambiar el rostro de ese país hermano.

Me lo confirmaba hace pocos días Lyz Escoto, una joven sandinista, periodista de profesión, quien me aseguraba: “Entonces cuando vi todo lo que estaba proponiendo este gobierno a mi país, me dije, estoy definitivamente con el FSLN”.

 

El mismo sentimiento lo pude observar en el desfile de las  fiestas patrias, el pasado mes de septiembre,  cuando, debajo de una fuerte lluvia, y ante la máxima dirección del país, con Ortega al frente, estudiantes de diversas escuelas festejaban la efeméride, rebosantes de alegría y fervor patriótico.

 

Allí estaban los alfabetizadores, que junto a los profesores cubanos habían vencido el Programa Yo sí puedo, para alfabetizar a sus hermanos.  Teresa de Jesús Moreira Silva, una de esas maestras que estaba allí, me advertía muy emocionada que había logrado sacar de la ignorancia a ochenta nicaragüenses. “No puedo describir cuánta satisfacción se siente en el instante que ves que escriben las primeras letras”, aseg uraba.

Porque Nicaragua es eso: empeño de personas muy buenas que intentan construir un destino con la hermandad entre los pueblos.

De ahí las palabras de las especialistas cubanas Ana María Barrios Almenares y Sofía Torres, y del médico nica  José Javier Montier Juarez, quienes asumieron la misión Todos con voz junto a cientos de colegas de ambas naciones, para diagnosticar y ayudar a las personas con discapacidades, esas que siempre fueron olvidados.

Reconforta escuchar entonces las opiniones de pobladores beneficiados con estos programas sociales que han cambiado la vida, sobre todo, de los más humildes: “ha sido maravilloso”. “Antes jamás teníamos un médico en la comunidad”. “Con el bono alimentario he podido crecer mi producción”. “Hoy tengo techo”..Definitivamente, la  voz de un pueblo que agradece lo que hoy se hace por ellos.

La victoria del Frente Sandinista en las elecciones es una victoria del ALBA, de otro mundo que puede ser posible, es una luz que indica dónde puede encontrarse la felicidad de un pueblo. Es la esperanza de un continente que está llamado a unirse, tal y como lo soñaron Bolívar, Sandino, Hidalgo, San Martín, el Che y nuestro Martí.

Un viaje a Masaya

Un viaje a Masaya

Un recorrido hasta la folklórica ciudad de Masaya me deja, una vez más, la certeza de que Nicaragua es un país colorido, henchido de tradiciones, de encuentros y desencuentros de una cultura que no renuncia a sus raíces.

En la plaza central aprecio artesanías diversas, hamacas tejidas, muñecas de trapos con bellísimos rostros, cerámicas trabajadas hasta la exquisitez, carteras y zapatos de piel, identificativos de esta tierra, blusas y vestidos bordados, en fin, la gracia y la sabiduría indígena que brota por las manos de quienes tejen siglos de amor.

Un gran mercado nos adentra en los secretos del comercio, donde no faltan los turistas, encantados de conocer otro sitio encantado de Nicaragua.

Mis guías Aída, Johanna y Roberto, me explican detalladamente las características de Masaya, identificada por sus lindas fiestas.

Me adentro en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, donde se rinde culto a la Virgen María, que se presenta, según las creencias, de diversas maneras, y donde más se le necesita.

Me cuenta Johanna de una leyenda en la cual una de esas vírgenes, llamada de Cuapa, apareció en medio de la guerra en un sitio llamado Chontale. Allí pidió por la paz, y desde entonces, se le adora  como una patrona de la concordia y el amor.

Masaya reverbera del calor. Luego de darnos un tiempo para tomar un fresco, retornamos a la capital del país, con el compromiso de que habrá que regresar con más tiempo a esta ciudad turística, paradigma de Nicaragua.

Roberto, integrante de la Policía Nacional nicaragüense y esposo de Johanna, me invita a un sitio doloroso, “pero que también debe conocer”, asegura.

A unos kilómetros de allí subimos al Cerro Coyotepe, desde donde se divisa Masaya en todo su esplendor.

Allí estuvo la Fortaleza de la Mazmorra, donde se instauró una base militar de la Guardia somocista, y donde se implantó el crimen, la tortura y la muerte, en esos años que ya nadie quiere recordar.

Construido en 1893 por el General José Santos Zelaya, entonces Presidente del país, el lugar sirvió de resguardo durante los combates entre los leonenses (liberales), y los granadinos (conservadores), pues ambas ciudades se disputaban desesperadamente fungir como capital del país.

En 1937, Anastasio Somoza lo reconstruyó como cárcel para prisioneros políticos y de guerra.

Hoy el sitio pertenece a la Asociación de Boy Scouts de Nicaragua, pero todavía se denota abandono, y la huella del ensañamiento y el odio fascista.

Bajo tierra nos conduce el guía, y nos escalofriamos con lo que allí vemos: celdas frías, oscuras, donde no se divisa ni la palma de la mano y donde la humedad corta la respiración.

Unos murciélagos son nuestros acompañantes en aquel túnel tenebroso, donde vamos guiados por la luz de una linterna.

“Aquí muchos perdieron la vida, otros enloquecieron, y otros dejaron manchas de su sangre en las paredes”, dice el joven guía.

Nos aseguran que el torreón fue el lugar que más resistencia ofreció ante el avance del Frente Sandinista.

Duele saber que allí permanecieron y murieron muchos jóvenes nicas que soñaban con una patria diferente. Duele saber que en esas celdas se encerró la esperanza.

Salimos de aquel claustro oscuro y asfixiante, con los corazones apretados y lágrimas en los ojos.

Unos jóvenes turistas salen aterrados, y casi no creen lo que acaban de ver su vista.

“La dictadura tiene el rostro más terrible”, pienso, mientras bajamos el cerro y vemos nuevamente la imagen de una hermosa Masaya que renuncia al dolor pasado y se abre al viajero con sus colores, sus platos, sus artesanías y trajes típicos, y su amor.

 

León, ciudad encantada

Llegar a la ciudad de León es hacer un viaje a la imaginación, al pasado, es el encanto de descubrir  una cita necesaria con nuestras raíces en cada pared de una Iglesia, en las calles adoquinadas, en la tranquilidad del pueblo, en la gente sencilla que habla con mucho sentido de pertenencia acerca de un sitio donde hay tradiciones, historias y orgullo de personas que se reconocen, de alguna manera, descendientes del nacimiento de la nación nicaragüense.

Hasta León quise llegar, y esta vez me acompaña Heilen, una muchacha campesina que estudia Periodismo, y cultiva la tierra en una cooperativa femenina, para sembrar jamaica, una planta de donde se extrae una esencia para hacer frescos (refrescos, domo lo conocemos los cubanos), té y medicamentos.

Heilen es muy joven, pero tiene, como todas y todos los leonenses, un gran arraigo por su Departamento, y conoce de su historia. Desde que tomamos el bus, me habla de su ciudad y de los atractivos que allá voy a encontrar. Y me habla también de futuro, por eso comenta de la lucha por los derechos femeninos, y de igualdad y equidad, de cómo ella ha encontrado, en los estudios de género, una manera de llegar de manera más atractiva a su comunidad y en especial, a las mujeres.

Un alto en el camino para comer un quesillo, plato típico nicaragüense, elaborado con una tortilla, que lleva dentro queso, cebolla, y cuajada de leche, además de chile(picante) al gusto, mientras diviso una carretera donde advierto el verdor de los campos de Cuba, si no fuera por los majestuosos volcanes que se vislumbran a lo lejos.

El profesor, periodista y abogado Isabel Mendoza Delgadillo también ha devenido excepcional acompañante de este viaje al pasado.

Y así me adentro en sus palabras, como si abriera las páginas de un libro.

“La ciudad de León se construye en 1524 por Francisco Hernández de Córdobas, uno de los principales gobernadores del reino de España, de los principales conquistadores. Hoy esa parte se conoce como León Viejo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO”-dice Delgadillo, y continúa contándonos de ese legado que también nos pertenece a todos los que vivimos en estas tierras del sur.

“Sus sitios originarios demuestran que exterminaron la organización  política y administrativa indígena y su territorio, como sucedió en toda la América. En 1610 ocurre un terremoto y una devastadora erupción del volcán Momotombo, cuando las mismas crónicas de la época señalan que por diversos húmeros sale humo, y 18 cráteres lanzaron arena. La ciudad queda soterrada y los habitantes, quienes atribuyen  el desastre natural a un castigo divino, tuvieron que emigrar y le piden permiso a la Administración de Subtiava, una comunidad indígena ubicada a 48 kilómetros al Occidente, y allí construyen la nueva ciudad de León”.

Llego y, lo confieso, me siento como atrapada por el ayer. Edificaciones antiquísimas, iglesias, catedrales, monumentos, como el erigido a la Madre, sus hermosos parques, sus establecimientos de grandes puertas de madera, su colorido, los turistas asombrados de tanta belleza, las artesanías que salen de manos entrenadas en el secreto del arte…León es una ciudad encantada, donde el tiempo se detuvo para siempre.

Durante un tiempo rivalizó con Granada la categoría de capital de Nicaragua, y aquí se fundó la primera universidad de este país, hace exactamente 199 años, con las carreras de Derecho y Medicina.  Por eso se le conoce también como ciudad universitaria. Cuentan que el sueño de todo nica es formarse como profesional en León, donde hoy existen trece universidades, una pública y el resto privadas. Muchos de sus edificios son parte de este empeño de formar para el futuro.

Entro en varias iglesias donde se atesoran reliquias maravillosas, y donde se rinde culto a santos y divinidades amadas por este pueblo, desde el Cristo Redentor, hasta otras adoradas por los habitantes de aquí, como las Vírgenes Perpetua del Socorro, la de Santa Ana, la de Guadalajara, la de las Mercedes (Patrona del Pueblo).

Así recorro la Iglesia El Calvario, donde aseguran, es de mala suerte casarse, la de San Juan, la de la Recolección, de Nuestra Señora de Guadalupe, la de la Merced, y llegamos, definitivamente, a una joya de la arquitectura y la historia centroamericana: la Real Basílica Catedral de la Asunción de la Bienaventurada María,  hoy declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esta iglesia fue la primera sede episcopal de Nicaragua y una de las mayores de la región.

El Departamento de León tiene dos sitios que ostentan la condición de Patrimonio de la Humanidad: uno está conformado por las ruinas del León Viejo, y el otro, es esta imponente catedral donde se hace verdadero culto a la creación humana.

Me detengo ante cada una de las imágenes sagradas para el pueblo, donde refulge el oro y la plata, y el encanto de bellas esculturas que encarnan las creencias religiosas de los habitantes.

En esta catedral descansan las cenizas del poeta Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, leonense de nacimiento, para regocijo de los que residen aquí, y saben que también viven en una tierra de bardos.

Allí también reposan los restos de otras figuras ilustres de ese departamento, como los poetas Salomón de la Selva y Alfonso Cortés, el prócer Miguel Larreynaga y el músico José de la Cruz Mena. Ante todos ellos inclino mi frente de admiración y respeto.

Heilen y otra amiga me llevan al Parque de los poetas, donde se erige una estatua a esa figura universal, y donde no puedo dejar de emocionarme ante la majestuosidad del insigne poeta.

Pero León trascendió ese pasado y se engrandeció en el presente.

Llego ante un sitio, exactamente una esquina, donde se honra a los mártires del 23 de julio, jóvenes que lucharon por la autonomía universitaria, y fueron masacrados en el año 1959 por la dictadura de Anastasio Somoza. Sus nombres rinden culto a la dignidad humana: Erick Ramírez, José Rubí, Mauricio Martínez y Sergio Saldaña son símbolos de una nueva generación que se enfrentó a una dictadura sanguinaria y déspota.

Otro amante del verso y de la vida, el periodista leonense Rigoberto López Pérez, es otro ícono de la rebeldía nacional. Una estatua recuerda su figura y el aporte que brindó a la lucha contra el gobierno somocista. Rigoberto López ajustició al primer Somoza (Anastasio Somoza García), en un acto catalogado como suicida, durante una fiesta en la denominada Casa del Obrero y donde participaba el dictador.

En una operación muy bien diseñada, Rigoberto López disparó a quemarropa contra Somoza, y aunque cumplió su objetivo, no salió con vida del recinto. Su cuerpo fue acribillado a balazos. Somoza moriría una semana después del atentado.

Antes de partir, Rigoberto  le había escrito a su madre: “Lo mío no ha sido una misión, sino un deber que espero haber cumplido (…) lo que yo he hecho es un deber que cualquier nicaragüense que de veras quiera a su patria debía haber llevado a cabo hace mucho tiempo (…) he decidido tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía”.

Y como si el destino le asignara a esta ciudad páginas gloriosas, León es considerada también la capital de la revolución sandinista. En 1979, aquí exactamente sesionó la primera junta del Gobierno de Reconstrucción Nacional, donde se reunieron los Comandantes que habían dirigido la lucha contra la dictadura somocista.

Mis guías me recuerdan que León es una ciudad estratégica, por su ubicación a pocos kilómetros el Océano Pacífico,  por donde cruza la Carretera Panamericana que una a los países de Centroamérica.

Cae la tarde. El sol cae perpendicularmente sobre la ciudad. Los vendedores anuncian cualquier tipo de producto. Las personas siguen entrando a las Iglesias, mientras que veo niños que juegan en el parque central, y aprecio las artesanías que se expenden por doquier.

Me despido, tomo un bus para el regreso, con la certeza de que visité una ciudad encantada, una ciudad donde se fundieron las culturas aborígenes y la española, donde se rinde culto a la Virgen de las Mercedes, y donde la majestuosidad  del Volcán Momotombo seguirá velando por un sitio donde el tiempo se detuvo, para recordar que hubo un pasado de glorias, bajo el verso de Rubén Darío, la valentía patria de Rigoberto López Pérez, y las pieles indias de la comunidad de Subtiava. Y donde sin dudas, habrá un  futuro de glorias, construido por jóvenes como Heilen, que cultivan la tierra, mientras conversan con su comunidad de vencer ataduras y convencionalismos sociales, en una tierra de intelectuales y poetas.

 

Frente al volcán Masaya

Frente al volcán Masaya

 

Un ingeniero informático llamado José Alfonso Zepeda García es el gentil guía en esta ocasión.

Nos conduce por la Carretera de Masaya junto a la profesora villaclareña Patricia Patricia Pérez Lorences, y fluye el diálogo con esa serenidad que tienen los nicas para contar sus historias personales.

Zepeda tiene frisa los 40 años. Es muy cubano, asegura, conoce bien a la isla, porque hasta allí llegó cuando era apenas un adolescente, para cursar estudios secundarios, gracias a una beca que le fue otorgada. Zepeda se quedó mucho tiempo en la isla, terminó el preuniversitario, e ingresó en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (ISPJAE, CUJAE, como también se le conoce por sus siglas).

“Todo lo que soy se lo debo a Cuba, allí me formé, y agradezco a esa educación que recibí mi vida de hoy. Cuando terminé mi carrera, muchos pensaban que después de tanto tiempo en la isla, no iba a encontrar ningún trabajo en Nicaragua (también por el desconocimiento sobre Cuba y los prejuicios hacia la isla en algunos sectores sociales), pero vencí obstáculos, y he demostrado con mi preparación y mi empuje, que los conocimientos adquiridos fueron de primer mundo. Une vez me preguntaron que si hubiera podido echar mi vida hacia atrás y escoger un país para estudiar, cuál seleccionaría, y sin vacilar, repetí: otra vez en Cuba. Allí pasé años hermosos, y también viví las limitaciones del período especial. Allí conocí docentes muy talentosos, y tuve compañeros que han sido mis amigos. Una vez un profesor cubano me dijo: si a un escultor le piden hacer una obra con piedras, y lo logra sin herramientas prácticamente, cuando tiene un cincel en las manos, la escultura es perfecta. Eso me lo enseñó Cuba: para lograr algo bastan el talento y la perseverancia”.

Zepeda tiene un interesante proyecto. Todos los años visita comunidades nicaragüenses y realiza el Día de la gratitud, para agradecer al destino y al Dios en que cree todo lo que le ha dado la vida. Lleva juguetes a los niños, hace una fiesta infantil. “Me siente  mejor ser humano”, asegura.

El nicaragüense cubano nos cuenta su historia y nos lleva a parajes maravillosos. Catarina, cerca de Masaya, es un sitio paradisíaco, rodeado de montañas, volcanes, y una laguna llamada de Apoyo, donde se asienta un lugar de atracción turística, además de por las inigualables bellezas naturales, por la artesanía que se ofrece. Zepeda nos muestra las bellezas de su país y sueña con que se pueda desarrollar más el turismo en Nicaragua y enseñar a los visitantes los atributos de su querida tierra centroamericana.

Luego nos invita a conocer lo que algunos llaman

LA PUERTA DEL INFIERNO

El Parque Nacional Volcán Masaya fue creado oficialmente el 24 de mayo de 1979.

Hasta el volcán Masaya, uno de los más activos de América Latina nos dirigimos este sábado memorable.

Increíble espectáculo ante nuestra vista. Llegamos al mirador principal en la Plaza de Oviedo, donde nos sorprende aquella escena casi increíble: el cráter activo Santiago, de varios kilómetros de longitud es casi como una página arrancada a una novela de García Márquez donde lo real maravilloso de estas tierras del Sur se cruzan para mezclar realidad y fantasía.

Se respira un olor a azufre, y las indicaciones al viajero advierten que no se debe permanecer allí por más de 20 minutos. Otras medidas preventivas advierten que es un turismo de aventura, y que se pueden correr riesgos. Por ejemplo, aconsejan situar el carro en posición de salida, no salir de los senderos indicados, protegerse debajo de vehículos si hay expulsión de rocas, y estar atentos ante síntomas como irritación de los ojos, o afectaciones a las vías respiratorias por la expulsión de gases.

Junto a la profesora Patricia, ascendimos una larga escalera de piedras que nos lleva hasta el Mirador Cruz de Bobadilla, donde se encuentra la réplica de la Cruz erigida por el Padre Francisco de Bobadilla a inicios de la conquista en aquel lugar.

“Estamos aquí”, dice mi colega, quien no deja de disparar el obturador de su cámara para dejar recuerdos del momento.

Y como para no alejarnos de la sorpresa, y saber que Cuba está en todas partes, allí, en ese sitio simbólico , en esta altura de la geografía centroamericana, vi un espacio sencillo, pero grande por lo que representa, dedicado a nuestros cinco héroes cubanos, presos injustamente en estados Unidos por combatir contra el terrorismo. “El corazón de la isla también late aquí,” dije a la profesora cubana que me acompaña.

El volcán Masaya ha erosionado en épocas anteriores, y se le conoce como la puerta del infierno. Todavía en zonas aledañas, se advierten los estragos de las cenizas cuando ha entrado en actividad. Pero, sin lugar a dudas, llegar a este lugar, gracias a la invitación de un profesional nica, formado en Cuba, ha sido un regalo para quienes llegamos desde el centro de la isla, y así conocer los secretos de la naturaleza rica e increíble de un país que también nos abre sus puertas.

 

 

 

Jóvenes nicas, abanderados de las fiestas patrias

Nicaragua está de fiesta. Festejos patrios que conmocionan a toda la nación para evocar dos fechas gloriosas este mes de septiembre: el 190 aniversario de la firma del Acta de Independencia  de Centroamérica y el 155 de la Batalla de San Jacinto (cuando se logró derrocar el ataque filibustero comandado por  el pirata Willian Walker a estas tierras)

Acabo de presenciar un desfile protagonizado por jóvenes de este país, y debo confesar que no salgo de la emoción, porque de alguna manera, la vitalidad, la alegría, el entusiasmo contagioso de estos pinos nuevos me recordó, con nostalgia, a los adolescentes cubanos y cubanas, cuando asisten a cualquier concentración popular, para alzar su voz en nombre de las causas nobles.

En la Avenida Simón Bolívar, y ante el Presidente de la República, Daniel Ortega, estudiantes secundarios de más de setenta escuelas (públicas y privadas), marcharon con banderas nicas en sus manos, vestidos con trajes típicos de la nación, y, al frente de cada bloque, preciosas bandas musicales y gimnasias rítmicas, matizadas de un colorido inigualable.

Luego de unas breves palabras de Ortega, quien les pidió a los “chavalos y chavalas”, seguir trabajando por otra Nicaragua, pasaron ante nuestros ojos, por más de cinco horas, estos símbolos de la patria nueva.

Canciones y ritmos contagiosos nos transmitían el sentimiento de identidad: el son nica Soy puro pinolero (así se llama a los nicaragüenses por sus tradicionales vínculos al cultivo del maíz), la polka Bodas norteñas, la canción Nicaragua Nicaragüita, el palo de mayo (herencia de los mizquitos), o la punta( de los pueblos garífunas), todo al compás de bailes contagiosos, identificativos de este país.

Con carteles y pancartas, pude ver imágenes de lo que después me explicaron, son símbolos nacionales: el hermoso pájaro guardabarranco, el árbol llamado madroño, y la flor sacuanjoche.

Jóvenes de todos los rostros, de todos los colores, unidos en una conmemoración patria que los encontró más alegres, con muchos sueños, y la intención de desandar por el futuro de una nación pobre, pero hermosa, cargada de tanta riqueza cultural, que merece la pena conservarla para el mañana.

El cierre estuvo protagonizado por un bloque del Ejército de Nicaragua, que realizó una fantasía militar, dando un toque de distinción al acto.

Cuentan que en el año 1972 Managua quedó prácticamente devastada por un terremoto. Con el transcurso de los años, esta capital centroamericana desafió a la naturaleza y sigue reconstruyéndose. Así evoca el ayer, entre banderas, compromisos, sueños.

Hoy Managua sigue levantándose, sobre todo, con estos pinoleros nuevos que llevan en sus manos y en sus corazones la enseña blanca y azul, símbolo de esta patria de lagos, volcanes y amor.

 

 

 

Crónicas desde Nicaragua (II) En espera de efemérides gloriosas

Crónicas desde Nicaragua (II) En espera de efemérides gloriosas

 

Las fiestas patrias llenan de alegría toda Nicaragua.

Se celebra en esta tierra el aniversario 190 de la independencia  de Centroamérica y el 155 de la batalla de San Jacinto, efemérides que marcaron un hito en la historia de la nación.

El 14 de septiembre de 1856 fue derrotado, en la Batalla de San Jacinto, el ataque filibustero comandado por Willian Walker, quien pretendía erigirse como Presidente de Nicaragua, restablecer la esclavitud  e imponer el idioma inglés. La respuesta de los militares nicaragüenses y de las tropas conformadas por hijos humildes del pueblo, no permitió tamaña arbitrariedad, y así ese día se apuntó como página imborrable de la hidalguía nica. Dicen que nunca flameó más hermosa la bandera de este país en esas hermosas llanuras, cuando las fuerzas victoriosas avanzaron hasta Masaya.

El 15 de septiembre, pero del año 1821, se firmó el acta de Independencia  de Centroamérica.

Dos fechas  que convidan al homenaje, la evocación y el compromiso con el mañana. De hecho, son,  precisamente los jóvenes, los protagonistas de la conmemoración. En las escuelas secundarias se despliegan múltiples iniciativas, entre ellas el embellecimiento y engalanamiento de esos centros, donde ocupa un sitio de honor la bandera de los colores azul y blanco (en representación de la belleza de los océanos y la pureza que identifica al país), la misma bandera que ondea majestuosa como símbolo de un pedazo de esta América nuestra y martiana, donde se enseñorean los lagos y volcanes.

No deja de hablarse de Rubén Darío, el poeta símbolo y orgullo del país, y de Augusto César Sandino, el General de Hombres Libres, y también de tantos héroes y mártires  que a lo largo de tantos años han entregado sus vidas por una Nicaragua independiente y feliz.

Se anuncia la llegada aquí de la Antorcha Centroamericana que se recibirá en la frontera con Honduras por el mandatario Daniel Ortega, y  pasará por los 153 municipios nicaragüenses, y el 11 de septiembre estará en la capital, en la céntrica Avenida Universitaria, ante cientos de estudiantes, hijas e hijos de este pueblo.

Ferias solidarias en barrios pobres, pacientes operados gracias a la Misión Milagro, casas entregadas a familias de más bajo poder adquisitivo, becas otorgadas por Proyectos del ALBA, son algunas buenas nuevas que ocupan los espacios mediáticos de este país que festeja este septiembre victoriosos de la patria, con un llamado a la unidad y la reconciliación nacional, para cambiar Nicaragua, como se anuncia en los mensajes vistos por doquier.

Carnavales, fiestas populares, y un entusiasmo inusitado de los Pinos nuevos de los que habló nuestro Héroe Nacional José Martí, es el signo de esta querida Nicaragua, tan parecida a nuestra tierra, que casi nos hace sentir como en la patria, por el clima abrasador, pero más que todo por la sencillez y nobleza de su gente,  que, contra viento y marea,  se aprestan a construir una nación nueva, “con todos y por el bien de todos”.

 

 

 

 

 

Crónicas desde Nicaragua

Crónicas desde Nicaragua

Una semana no es tiempo suficiente para conocer algún país. Siete días cumplo exactamente de haber llegado a la capital de la República de Nicaragua, para impartir un curso de Postgrado de Periodismo Radiofónico y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Managua, (UdeM).

Las primeras impresiones calan de inmediato en la piel: Managua es una ciudad, como las de todo el continente, cargada de contrastes.

Carteles y propaganda publicitaria anuncian todo tipo de negocios, grandes carros transitan por las grandes avenidas, mientras que la mayoría de las personas, muy humildes, caminan por las calles, buscando otro porvenir, como dicen varios mensajes en vallas y a través de la radio y la televisión: estamos cambiando Nicaragua.

La firma Pellas, la más adinerada de este país, recibe toda la atención mediática porque acaban de hacer un donativo para un grupo de niños con cáncer. ¿Serán esas migajas la solución del mundo?

Vendedores de cualquier producto se apostan en las esquinas, pululan los mercados, unos más sencillos, y otros para las personas pudientes, quienes prefieren visitar las grandes tiendas conocidas como Molles, (como los complejos de tiendas Galería y Metrocentro), y un ir y venir de transeúntes hacen de Managua una ciudad de diversos matices. 

Nicaragua está en pleno proceso electoral, y eso se respira por doquier.

Usted puede apreciar, en cualquier sitio, un mensaje lleno de colores con la imagen del actual Presidente, Daniel Ortega, quien se postula para ser reelecto, con una idea que se repite: “Nicaragua cristiana, socialista, solidaria”, y al final, una frase muy conocida por los cubanos, porque su esencia fue escrita hace más de un siglo por nuestro Héroe Nacional José Martí: “Con todos y por el bien de todos”.

En Managua vi, en las manos de un vendedor ambulante, postales con el rostro del Che, imagen siempre presente en estas tierras del sur. Y en un pequeño servicio fotográfico, una señora me identificó como cubana. Sus palabras todavía las tengo bien guardadas: “soy enfermera, trabajé con doctores cubanos. No puedo olvidarlos, son insuperables. Gracias”.

Intento conocer más la esencia de esta tierra centroamericana, y mis estudiantes me hablan de preocupaciones sociales: el siempre discutido rol de los medios de comunicación, que convierten la realidad en espectáculo, la insalubridad en algunos departamentos, la seguridad ciudadana, entre otros. Muchos preguntan por Cuba, y les presento a la isla en todos sus matices, les hablo de los problemas económicos, del empeño desafiante de seguir adelante, de las transformaciones actuales, y se quedan asombrados, por ejemplo, de los detalles que les ofrezco de la educación superior y de las oportunidades de los jóvenes en mi patria.

Quiero conocer Managua por dentro, y agradezco a dos jóvenes nicas, alumnos de la UdeM, que nos hayan invitado a tomar un bus, vivir un embotellamiento en una avenida, caminar por varios sitios, y hasta llegar al Mercado mayor de Centroamérica, conocido como El Oriental, con varias manzanas de largo, y  donde se pueden adquirir productos de todo tipo, en medio de un bullicio casi delirante, colmado de pregones y ofertas.

Con nosotros, Acnerys Rodríguez Pérez y Patricia Pérez Lorences, dos profesoras de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, que viven la expedición como instantes inolvidables de sus vidas, aseguran. Por cierto, la lluvia nos acompañó en este recorrido de pies cansados y bienestar espiritual.

“Este es un turismo crudo”, nos dicen riéndose Juan y María Auxiliadora (no encuentro otro nombre que se avenga mejor a esta muchacha que no nos dejó solos ni un instante en esta nueva experiencia).

Chilo (diminutivo de Auxiliadora) y Juan nos muestran los sitios de Managua, la gran plaza Inter, los monumentos, y de alguna manera empiezo a penetrar en el corazón de las hijas e hijos de este pueblo.

Llego a la habitación y enciendo la tele: las noticias se concentran en la celebración del aniversario 32 del Ejército de Nicaragua, el discurso de Ortega, quien invitó a la OEA a que acompañe a esta nación en su proceso electoral, mientras llama a fortalecer la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, y convoca a materializar, en una reunión en Caracas, los sueños de Bolívar de unir estas tierras del sur del continente.

Los profesores Máximo Román Morales Pérez, Zulma Ledesma Martínez y Fernando Etcherry, también de nuestra querida Universidad Central, acaban de llegar de un viaje a Masaya en este sábado de descanso. Masaya, cargada de tradiciones y de historia, que celebra por estos días su aniversario 172 de haber sido declarada como ciudad.

En otro canal televisivo, jóvenes nicas bailan al compás de un grupo de rock, y se anuncia un festival de sones y marimbas.

Una semana es muy poco tiempo para tomar el pulso de un país, pero indudablemente, aquí, en esta ciudad, he conocido ya que los nicaragüenses son tan especiales, tan sencillos, como cualquier persona nacida en un continente donde todas y todos como hermanos. Lo suficiente como para saber que por aquí fructifican como semillas, jóvenes como Juan, como María Auxiliadora (Chilo), dispuestos a enseñar a cualquiera que llegue acá, su tierra de contrastes y de amor.