Blogia
Dalia

Jóvenes nicas, abanderados de las fiestas patrias

Nicaragua está de fiesta. Festejos patrios que conmocionan a toda la nación para evocar dos fechas gloriosas este mes de septiembre: el 190 aniversario de la firma del Acta de Independencia  de Centroamérica y el 155 de la Batalla de San Jacinto (cuando se logró derrocar el ataque filibustero comandado por  el pirata Willian Walker a estas tierras)

Acabo de presenciar un desfile protagonizado por jóvenes de este país, y debo confesar que no salgo de la emoción, porque de alguna manera, la vitalidad, la alegría, el entusiasmo contagioso de estos pinos nuevos me recordó, con nostalgia, a los adolescentes cubanos y cubanas, cuando asisten a cualquier concentración popular, para alzar su voz en nombre de las causas nobles.

En la Avenida Simón Bolívar, y ante el Presidente de la República, Daniel Ortega, estudiantes secundarios de más de setenta escuelas (públicas y privadas), marcharon con banderas nicas en sus manos, vestidos con trajes típicos de la nación, y, al frente de cada bloque, preciosas bandas musicales y gimnasias rítmicas, matizadas de un colorido inigualable.

Luego de unas breves palabras de Ortega, quien les pidió a los “chavalos y chavalas”, seguir trabajando por otra Nicaragua, pasaron ante nuestros ojos, por más de cinco horas, estos símbolos de la patria nueva.

Canciones y ritmos contagiosos nos transmitían el sentimiento de identidad: el son nica Soy puro pinolero (así se llama a los nicaragüenses por sus tradicionales vínculos al cultivo del maíz), la polka Bodas norteñas, la canción Nicaragua Nicaragüita, el palo de mayo (herencia de los mizquitos), o la punta( de los pueblos garífunas), todo al compás de bailes contagiosos, identificativos de este país.

Con carteles y pancartas, pude ver imágenes de lo que después me explicaron, son símbolos nacionales: el hermoso pájaro guardabarranco, el árbol llamado madroño, y la flor sacuanjoche.

Jóvenes de todos los rostros, de todos los colores, unidos en una conmemoración patria que los encontró más alegres, con muchos sueños, y la intención de desandar por el futuro de una nación pobre, pero hermosa, cargada de tanta riqueza cultural, que merece la pena conservarla para el mañana.

El cierre estuvo protagonizado por un bloque del Ejército de Nicaragua, que realizó una fantasía militar, dando un toque de distinción al acto.

Cuentan que en el año 1972 Managua quedó prácticamente devastada por un terremoto. Con el transcurso de los años, esta capital centroamericana desafió a la naturaleza y sigue reconstruyéndose. Así evoca el ayer, entre banderas, compromisos, sueños.

Hoy Managua sigue levantándose, sobre todo, con estos pinoleros nuevos que llevan en sus manos y en sus corazones la enseña blanca y azul, símbolo de esta patria de lagos, volcanes y amor.

 

 

 

0 comentarios