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Playa Girón: bautizo de fuego de los artilleros

Playa Girón: bautizo de fuego de los artilleros

Playa Girón fue el bautizo de fuego de la naciente artillería revolucionaria cubana que, junto a otras fuerzas integradas por el pueblo, contribuyó a aniquilar a los agresores en sólo 72 horas. El capitán Daimar León Hernández tiene hoy 29 años, y siente mucho orgullo de una tradición nacida en el fragor del combate.

Para él, ser artillero es compromiso, porque, asegura, “es un ejemplo que jóvenes menores que yo fueron capaces de dar su vida por una revolución naciente. Para mí es un incentivo leer esas anécdotas, saber que ellos nos antecedieron y que nos corresponde hoy continuar esa senda. Los artilleros cubanos tenemos esos paradigmas que nos indican cuál es el camino: no dar tregua al enemigo que pretenda conquistar el cielo de la Patria. Esos mismos conceptos se los transmito a mi niño, que es pequeño, porque sé que pasarán 50, 100, 200 años, y las nuevas generaciones de cubanos tendrán sus Girones, y sabrán colocarse a la altura de su época”.

En 1960, Fidel había convocado a jóvenes cubanos a prepararse en las armas antiaéreas que llegaban entonces del Campo Socialista. Y la respuesta no se hizo esperar. Miles de muchachos dieron el paso al frente, para defender un país que estaba en peligro.

El 15 de abril de 1961 fueron atacados sorpresivamente tres aeropuertos cubanos por ocho aviones caza-bombarderos B-26, procedentes de Puerto Cabezas, República de Nicaragua, pintados con las propias insignias de nuestra fuerza aérea con el objetivo de confundir mientras intentaban destruir en tierra la pequeña y maltrecha aviación de combate. Era el preámbulo de la invasión.

El mayor Jorge Luis Céspedes Masón tiene más de 30 años como artillero. Para él, la historia se renueva cada día.

“Tengo una tradición de familiares combatientes. Mi abuelo era integrante del Ejército Rebelde en el Segundo Frente Oriental Frank País- asegura con orgullo- Es una historia que renace cada mañana, porque somos fieles a un pasado que nos permite saber hacia dónde vamos. Por eso digo que jamás podremos olvidar a esos adolescentes, que, apenas con un mínimo de preparación, tuvieron el valor y la dignidad de defender la soberanía de esta tierra”.

En la antesala de la invasión los aviones enemigos causaron siete muertos y 53 heridos, en su mayoría de la población civil. Dos aparatos enemigos fueron averiados por el fuego antiaéreo y uno se precipitó al mar. Los bisoños artilleros arremetieron contra los aviones mercenarios.

Uno de esos jóvenes combatientes, Eduardo García Delgado, antes de morir grabó con su sangre en una pared para la posteridad el nombre de Fidel.

Es una estirpe de héroes que dejó una semilla que creció y fructificó en hombres como el Teniente Coronel Jesús Peña Medina, quien enfatiza que hoy el deber es inculcar esa tradición a quienes llegan a esta arma, imprescindible en la guerra.

“Los jóvenes son los continuadores, nuestro relevo, a ellos les hemos enseñado cuán importante es la disciplina y el dominio de la técnica, para ser buenos artilleros”, apunta el oficial, quien acumula décadas junto a los cañones.

Hoy, cuando se vuelve la vista atrás, hay un orgullo de pertenecer a un arma que decide la victoria, como lo aseguró la capitana Ania Alonso González, quien se siente orgullosa de pertenecer a una unidad donde cada día se reafirma la voluntad de defender los cielos cubanos.

“Como mujer, cuando realizo el trabajo político en la tropa, comparto la historia que enaltece a nuestros combatientes cada día”, dice, muy emocionada.

Por todo ese legado, el Teniente Coronel Lázaro Bolaños Rodríguez asevera que si volviera a nacer, volvería a ser artillero, porque “la artillería es la Diosa de la Guerra, asegura el combate, y porque cuando se siente el olor a pólvora y se sabe que se defiende una causa justa y la tranquilidad y felicidad del pueblo, hay un regocijo inmenso porque se cumple una misión honrosa”.

Y así se entrelazan juventud, tradición, sentimientos encontrados a cincuenta años de una gesta que forjó a los artilleros en el fragor del combate, en una página de la historia que graduó de héroes a bisoños combatientes que con los cuatro bocas, defendieron el azul del cielo patrio aquel abril de 1961.

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