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Hija de la generación de Fidel

Hija de la generación de Fidel

 

Soy hija de la generación de Fidel. Estaba aún como semilla en el útero de mi madre aquel abril de 1961 cuando con voz emocionada,  el hombre de barbas, mirada profunda y uniforme verde olivo, declaraba el carácter socialista de la Revolución, ante una multitud enardecida que fusiles en alto, juraba defender esta Revolución de los humildes, con los humildes  y para los humildes.

Desde que abrí los ojos al mundo, como todas las cubanas y cubanos de mi tiempo, Fidel marcó nuestras vidas.

A él comencé a comprenderlo cuando mi padre me leía “La Historia me absolverá”, y mi madre y mis tías me contaban de las miserias y tristes penurias de la familia antes de 1959, y de la muerte de mi abuela materna sin medicinas. Entonces supe la razón de la lucha de ese hombre que siguió creciendo siempre, ante mis ojos.

Todavía me emociono cuando veo sus imágenes en las arenas de Girón, en la Crisis de Octubre, en las zafras del pueblo, en marchas, en momentos dolorosos como la explosión de la Coubre o informando al pueblo sobre la triste muerte del Che o sobre el Crimen de Barbados.

Crecimos escuchando sus discursos, viéndolo inaugurando obras, en los lugares más difíciles, cuando un huracán dejaba sus huellas en cualquier territorio. Recorriendo hospitales, escuelas, colectivos laborales, programas agrícolas, hidráulicos, comunidades recién fundadas. Soñando un país nuevo, un proyecto de luz.

Disfruté sus diálogos con el pueblo, porque Fidel era y es el pueblo mismo.  Hablaba como uno más con obreros, campesinos, mujeres, intelectuales, artistas, jóvenes, religiosos, deportistas, estudiantes. Fidel tenía esa vocación única de cambiar de pieles e interpretar los sentimientos de cada cual.

Con Fidel aprendí que los seres humanos también nos equivocamos y que en la construcción de un proyecto también se cometen errores, pero con él supe que es posible fundar el optimismo, y convertir en revés la victoria.

Me hice periodista y la vida me regaló la oportunidad de estar muy cerca de él en eventos nacionales, Congresos, recorridos por la Habana, encuentros con jóvenes y niños. Pude entrevistarlo y conservo fotos con él como mis talismanes que me convocan a serle fiel, aunque los tiempos hayan cambiado, y aunque muchos insistan en decir que la utopía no está de moda en el siglo 21.

Lo vi trascender como el mejor discípulo de Martí, porque Fidel dejó de ser sólo un líder de mi isla, para convertirse en líder mundial. Fidel dejó de ser mío para ser de todos, porque puso el nombre de Cuba en la agenda del planeta.

Allí estuvo en las Naciones Unidas, defendiendo la propia existencia humana, con la voz de la dignidad en tribunas mundiales. En la América, Fidel saldando la deuda de nuestro pueblo con África. Internacionalista, fundador del ALBA, librando con todos nosotros el regreso del niño Elián, primero, y de los cinco héroes después, Fidel el de la Revolución Energética y la Batalla de Ideas.

Fidel el que encendió aquí en 1997 la llama eterna al Che Guevara y a sus compañeros de lucha, el Destacamento de Refuerzo como él los denominó. El que vino a esta ciudad hace 20 años para decirnos aquel 30 de septiembre de 1996 que es el pueblo protagonista de las grandes proezas, y que esa era fecha siempre lo uniría eternamente en el recuerdo a esta ciudad y a los hijos e hijas de esta provincia.

Fidel nos enseñó que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.  Aun cuando vimos encorvarse sus espaldas, encanecer sus cabellos y sus barbas, cuando vimos su salud quebrantada, cuando sabíamos que, por ley de la vida, un día tendríamos que despedirlo, hoy lloro su partida, pero, sobre todo, doy gracias a la vida por haber sido hija fiel de su generación, de haber crecido bajo sus enseñanzas, sus ideas renovadoras, su optimismo sin límites, su espíritu de resistencia, ese que supo transmitirnos bajo cualquier circunstancia. Así lo veré siempre, como el gigante de uniforme verde olivo, fusil al hombro, siempre joven, el que acompañó cada acto de mi vida, el que tendré siempre al lado del corazón, para seguir la ruta que él trazó a esos que, junto a él soñamos un país nuevo, y un planeta donde un día puedan reinar la verdad, la justicia y el amor.

 

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