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Dalia

Vivo en otras pieles

Vivo en otras pieles

Dalia María Reyes Perera confiesa que nunca les pidió juguetes especiales a los Reyes Magos ni muñecas Loreta ni Dunia, porque desde pequeña personalizaba a una maestra que le gustaba escribir sobre temas cotidianos de la propia existencia.

Entre sueños y etapas escolares voló en el tiempo hasta imaginarse en una carrera que le develara la vida de muchas personas; asumir ese hilo conductor que le permitiera hurgar en las interioridades de su país, de su gente, y descubrir las esencias de los fenómenos. Luego de debatirse entre muchas carreras, un día juró que quería ser periodista, y en julio de 1984 la Universidad de La Habana coronó sus aspiraciones para iniciar el tránsito por el camino de aquellos deseos.

Ayer, en el acto de Villa Clara por el Día de la Prensa Cubana, recibió el Premio Roberto González Quesada por la obra de la vida, una mezcla de sacrificios y satisfacciones como en aquellos tiempos en que cursaba el segundo grado, y ya ganaba reconocimientos en composiciones dedicadas a la causa del pueblo vietnamita o la trascendencia universal de la afronorteamericana Ángela Davis.

«El más reciente de los galardones —afirma— tiene connotaciones especiales. Está dedicado a Roberto González, el patriarca del oficio en Villa Clara. Ya lo tienen otros colegas, mas en mi caso re­presenta un regocijo especial porque lo conocí, y admiré su línea en el periódico y su incursión en la radio. Un reto para llegar a alcanzar su dimensión».

—Sin embargo, tu vida profesional se nutre de otros momentos importantes.

—El Premio Internacional Os­waldo Guayasamín marcó un hito. Viajé a Ecuador en dos ocasiones, y participé en la inau­guración de la Capilla del Hombre. Estar en el medio del mundo y ser yo apenas una milésima de este Planeta resultó un privilegio, y allí estaban Fidel y Chávez.

«Un pueblo entero detrás de estos dos estadistas para abrazarlos y besarlos... Aún me emociona mi paso por esta obra majestuosa de un hombre que pensó en América, y que decía que llevaba 5000 años pintando porque él tenía la raíz de este continente.

«Pintó hasta con la leche emanada de los pechos de su madre porque ella afirmaba que así encontraría más luz en sus pinturas. Sin duda, un regalo de la vida».

—En aquella oportunidad ganaste el Premio entre más de 90 concursantes de todo el mundo...

—Hice una entrevista imagina­ria a Guayasamín. Él caminaba conmigo por La Habana y me enseñaba a descubrir el mun­do.

—Durante esta Jornada por el Día de la Prensa y por primera ocasión, la UPEC congratula con el Premio a la Dignidad a tres prestigiosos profesionales villaclareños. Esta vez a dos personalidades indiscutibles de la radio cubana: Aldo Isidrón del Valle y Luis Orlando Pantoja Veitía. ¿Hasta qué punto han influido en tu formación?

—Es un punto gigante. Yo les digo que son mis padrinos. Me han enseñado de todo. Cuando entré en CMHW, en 1997, ya llevaba años como periodista. Había ejercido en Radio Santa Cruz (Camagüey) y en el Servicio Informativo de la TV Cubana, pero al llegar a la Reina Radial del Centro constaté lo que entregaban esos buenos maestros. Tampoco puedo olvidar a Nelson Hernández Cha­via­no (ya fallecido).

«Aldo siempre decía: ''No guarden una noticia en la agenda''. Jamás lo he olvidado y se lo tras­mito a los alumnos. Me hacían bus­car esa intríngulis del hecho; a asistir a una reunión y explorar hasta encontrar la médula. Sin duda, la W ha sido una cátedra para mí.

«Ver dirigir a Luis Orlando Pantoja un noticiero en medio de un ciclón, con una tras­misión en vivo y miles de tensiones, todavía me eriza. Un desafío a la edad con impactante vitalidad, y esa es la mejor clase que queda para los discípulos».

-La nómina de galardonados incluyó con idéntica distinción al caricaturista Pedro Méndez Suárez, del cual también eres fiel seguidora...

—Él quedó junto con Pantoja entre los últimos finalistas para el Premio José Martí, pues yo era parte del jurado. De Pedro Méndez dije a la hora de las valoraciones que tiene a Santa Clara sembrada de cari­caturas. No hay sitio que escape de sus huellas. Se alió a la causa de los Cinco con toda su alma y a­por­taba unas ideas fantásticas.

«Si a ello sumas la cantidad de premios internacionales constituye un ícono dentro del humorismo; además de que ha logrado aunar, en el centro de Cuba, a excelentes humoristas del mundo cada vez que se convoca un evento de humor gráfico. Se dijeron palabras muy lindas, tanto de Pedro como de Pantoja, por parte de varios integrantes del jurado. Todo ello te emo­ciona porque resalta la fuerza del periodismo villaclareño.

—Hablas de tu participación como jurado. ¿Cómo valoras el periodismo que se hace lejos de La Habana?

—Cuando lees los expedientes que se presentan te das cuenta del enorme talento que existe en este país. Entonces, respiras con satisfacción.

—Tú eres una mujer de radio y de televisión. ¿Qué potencialidades te han brindado para el ejercicio cotidiano?

—La televisión es la magia de la imagen. A través de ella expresas todos los sentimientos que quieres trasmitir, y la radio resulta la ima­ginación. Puedes construir mundos diferentes con el texto, la música y los efectos, a lo que se añade su indiscutible inmediatez.

—Fuera del estudio, de las gra­baciones, de los beneplácitos y sin­sa­bores del oficio, está la docencia. ¿Pudiéramos afirmar que consti­tuye otra de las realizaciones en la vida de Dalia Reyes?

—Desde que inició la carrera de Periodismo en la Universidad Cen­tral Marta Abreu de Las Villas, aposté por impartir clases, sobre todo de Periodismo Radiofónico, que es lo que más conozco. Me preparé, y confieso que lo hice y lo hago con mucho temor porque no soy pedagoga. Acercarme a la juventud y saber lo que piensan de la Cuba de hoy, me retroa­limenta y me obliga a estudiar.

— ¿Y cómo vences ese miedo?

—Se me corta hasta la respiración. La primera vez que entré al aula me temblaban las piernas, pero ese hechizo de estar frente a los alumnos ofrece otra dimensión. Co­mien­zo a trasmitir mis pasiones, y les digo a quienes me escuchan: si el periodismo cubano anda mal, traten de transformarlo us­tedes por­que están llamados a ser mejores que nosotros.

—Un capítulo especial en tu vida fue ejercer la docencia en Nicaragua...

—Me impactó ese país por la nobleza de sus habitantes, y por el agradecimiento que manifiestan hacia los cubanos a raíz de la preparación que tenemos. Ni si­quie­ra po­demos imaginar lo cer­quita que está Nicaragua de Cuba desde el punto de vista sentimental.

—Al repasar tu trayectoria sobresale la defensa del género y de la ciencia.

—No solo porque son sectores que atiendo, sino porque me corren por la piel. La sociedad cubana está llamada a convertir en ciencia todo lo que hace. Creo en la comu­nidad científica y en las personas que si­guen estos caminos desde su lugar: el inno­vador, la mujer crea­dora, la maestra que hace un pro­grama diferente para amar el medioam­biente... Si queremos cambiar a este país hay que detenerse, tam­bién, en las ciencias sociales.

«En cuanto al género y su defen­sa es otra parte de mi vida. Hice la maestría apoyándome en esta temática, y quisiera emprender el doctorado, aunque me jubile».

—Entonces, ¿partidaria de hablar de niñas y niños, de doctora y doctor?

—En décadas anteriores para mí resultaba una tontería, pero me di cuenta de que las mujeres somos la mitad del mundo y que tenemos infinidad de cosas aún por re­so­lver. Si no actuamos ante tantos problemas ocultos no haremos un mejor país. Hay machismo, este­reo­tipos, incompren­siones con el racismo, con la diversidad y orien­tación sexual... Son temas apasio­nantes, pero necesitan su discu­sión en la sociedad.

«Estudié la violencia de género, y me percaté de lo mucho que existe. He participado en cuatro eventos de Género y Comunicación y las cosas que salen a relucir son espeluz­nantes. Cuando hablas solo de los niños, las del sexo femenino quedan invisibles, otro tanto si nada más se mencionan a los hombres, y hay que pensar en todos. No es una palabra de más o de menos, es un sentido de la vi­da».

—Como apasionada lectora, ¿a quiénes sitúas como autores de ca­becera?

—Definitivamente a Gabriel García Már­quez e Isabel Allende. Me desborda la magia de nuestra América bajo la visión de ellos, pero no puedo excluir mi predilección por José Martí, como cátedra cimera. A mí me hace llorar, sentir..., nunca envejece. Y de los villa­clareños, a Onelio Jorge Car­doso. Sufro con Mi hermana Visia, mientras que El Cuentero aporta esa cubanía que no puedo soslayar.

 

-En Villa Clara contribuiste a la causa de los Cinco. Incluso mantu­viste un espacio radial. ¿Cómo fue ese 17 de diciembre pasado al sa­ber que ya todos estaban en Cuba?

—Uno de los momentos excep­cionales en mi vida. Sabía de los múltiples intentos en Cuba y en el mundo a favor del retorno, pero nunca imaginé que ocurriera de esa manera, y que coincidiera con el proceso de restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Fue como lograr un sueño posible.

—El periodismo, además de pasión y sacerdocio, presenta sus nubes grises. ¿Cuáles son esas que nunca quisieras re­cordar?

—Recuerdo en mis primeros años cuando fui con un equipo de la TV a entrevistar a Eusebio Leal. Quería que la presentación fuera en cámara, pero me quedaba sin palabras. Él estaba a mi lado, y con su increíble maestría me dijo: «Yo me voy a retirar, y cuando hagas la presentación, que sé te va a salir bien, seguimos la plática». Así fue, y la otra experiencia, desagradable, ocurrió con Silvio Rodríguez, que ante una pregunta me dio una respuesta un poco dura. Son solo algunas porque existen muchas más.

—Dicen, y yo lo afirmo, que eres una persona tremendamente obsesiva.

—Cierto. Lo soy cuando estoy editando, escribiendo. Llamo mil veces a Patria (espacio informativo de la CMHW) para preguntar por qué mi trabajo no ha salido. A veces llego hasta arrebatar a las per­sonas. Los editores me piden un descanso, pero lo hago por pura pasión, y cuando no me quedan bien también soy obsesiva, como con la casa, con la limpieza, con mi familia. Ahora cocino, dicen que soy buena en ese giro, y cuido a mi madre, a quien le agra­dezco todo el apoyo que me dio para ser lo que soy.

—A tu modo de ver, ¿qué le falta a ese periodismo nuestro de cada día?

—Hacerlo bello como pedía Martí. Machacamos mucho, sin que nos corra por las venas lo que estamos diciendo. También necesita más investigación. Existen muchos secretos que no sacamos a la luz, y hoy la gente aboga por un periodismo nuevo y diferente en cuanto a forma, y que llegue a los oídos, a los ojos, que entre por todos los sentidos.

«No solo de que falta la papa, que los precios sean altos, la carencia de agua, los baches de las calles, que el transporte es una agonía... Todo eso hay que abordarlo, pero también temas mayores. El pensamiento cubano tiene que cambiar y defender el alma de Cuba, como ha dicho el doctor Manuel Calviño».

—Muchos consideran que el talón de Aquiles recae en la autocensura de los periodistas. ¿Hasta qué punto de vista com­partes o no esa hipótesis?

 

—Pudiera ocurrir en un 20 o 30 % de los casos, aunque hay factores externos que lastran. Las políticas informativas son muy complicadas, y hacer un periodismo distinto, sin apartarlo de nuestros principios, requiere que muchas fuentes o­frezcan información, pero que también el pensamiento político y gubernamental esté a tono para lograr ese mundo mejor, un país mejor y una sociedad mejor.

—¿El gran reto y el sueño que no has cumplido?

—El de ser una buena periodista, que la gente me siga, lograr una alta recepción, y hacer el doc­torado vinculado a los temas de género con la radio, sin descartar lo de volver a impartir otros cursos en el exterior. De lo que sí estoy segura es que no equivoqué mi camino porque un día eres obrera, otro maestra, muchas veces una niña, una científica... He aquí por lo que Gabriel García Márquez la consideraba la carrera más bella del mundo, porque, en mi caso, me permite ser yo, pero vivo en otras pieles que me hacen viajar al infinito./ Ricardo R. González

DOSSIER

Ama a Santa Clara como su ciudad natal, y respira apasiona­miento profesional en extremo, aunque reconoce que no todo son pompas y aplausos. Junto al resto de los colegas sufre, pasa trabajo, y aparecen decepciones en un ca­mino que impone tocar muchas puertas.

Entre sus distinciones resaltan la Réplica del Machete de Máximo Gómez, el Premio Juan Gualberto Gómez 2007, así como las mencio­nes logradas en el propio concurso durante 2005 y 2006.

Jurado del Premio Nacional de Periodismo José Martí y Juan Gualberto Gómez en 2008 y 2014. Premio Internacional Oswaldo Guayasamín, y misión en Angola en 1987, de la que afirma tener vivencias increíbles con múltiples historias aún por contar.

A su familia, y en especial a su mamá, le debe la dicha de ejercer un oficio que la realiza como mujer y le permite descubrir las aristas insospechables del ser humano.

 

 

 

 

 

 

 

 

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