Blogia
Dalia

Teófilo Stevenson se despide con el amor de su pueblo

Teófilo Stevenson se despide con el amor de su pueblo

La noticia nos consterna. Teófilo Stevenson, el gigante del boxeo cubano, nos dice adiós a la edad de 60 años.

Perdió la vida, víctima de un infarto cardiaco, cuando todavía tenía mucho que hacer en la entrega de sus enseñanzas, y su legado profesional y humano a las nuevas generaciones de deportistas de esta isla.

Confieso que no soy especialista en los temas deportivos, por tanto dejo a mis colegas especializados, a quienes tanto admiro, sus comentarios con datos estadísticos y referencias enjundiosas acerca del aporte que ofreció “Pirolo”-como le conocían sus familiares y amigos- al deporte revolucionario cubano.

Seguramente se multiplicarán por estos días los trabajos sobre esta figura inolvidable. Lo cierto es que el glorioso tunero pasa a la inmortalidad.

Recuerdo que era niña, y cada vez que e anunciaba un combate de Stevenson, era un verdadero show en mi pequeño barrio.

Los televisores y radios se ponían a todo volumen, y los gritos se multiplicaban cada vez que él daba un derechazo para noquear al adversario en el cuadrilátero.

Mis padres se abrazaban, y las frases eran recurrentes: ¡Tremendo campeón! ¡Un gigante! ¡Inmenso!. Entonces los aplausos, el delirio popular.

Parecía un príncipe: con carisma, alto, fuerte, dueño de movimientos elegantes y seguros, potente derecha, monarca absoluto de los pesos completos, Teófilo Stevenson Lawrence subyugaba además por sus palabras sencillas y humildes.

Y así con esa humildad que sólo tienen los grandes, respondía a la prensa, abrazaba a Fidel, estrechaba las manos de sus rivales, con quienes siempre fue muy respetuoso.

Con el mismo carácter afable del tunero que nació en casa pobre, cerca del Central Delicias, y que jamás abandonó sus raíces. Y fue eso, quizás, lo que hizo tan inmenso a esta gloria del boxeo mundial.

Su historial es bien conocido: Tricampeón olímpico (Munich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980)  y mundial (La Habana 1974, Belgrado 1978 y Reno, 1986),  obtuvo además, todos los títulos de la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA).

Ganó 301 de los 321 combates celebrados a lo largo de 20 años en el ring. Al retirarse en 1988 pasó a trabajar en la Federación Cubana de Boxeo, de la cual era el vicepresidente y en la Comisión Nacional de Atención a Atletas Retirados y en Activo, del INDER.

Estrella indiscutible durante casi catorce años, Stevenson no se dejó cegar por el brillo de la fama. Y fue, a no dudarlo, esa incondicionalidad por su patria, por su pueblo, lo que le hizo ganar ese amor repartido de quienes jamás olvidamos su fidelidad y su ternura. Fue el paradigma de un atleta revolucionario, cubano, leal.

En reiteradas ocasiones recibió ofertas tentadoras: millones de dólares a cambio de su traición y del paso al boxeo profesional. Nunca aceptó. Los mercaderes se quedaron con los deseos de conquistarlo por un puñado de dinero.

Fue Fidel quien definió los rasgos y el aporte fundamental de este hombre de ébano de puño de acero y corazón de oro:

“Teófilo Stevenson merece el reconocimiento del pueblo cubano por su éxito deportivo derivado de su disciplina, de su consagración al deporte, de su valor, de su moral (...) Creemos que él dejó un ejemplo todavía más valioso que eso y es el instante en que le hablaron de la posibilidad de ganarse un millón de dólares. Ese joven, hijo de humilde familia y un humilde obrero oriental, dijo que él no cambiaba su pueblo por todos los dólares del mundo”.

Y así fue. Hoy quiero evocar a ese Stevenson que siempre quedará entre los millones de cubanas y cubanos que él amó y a quienes consagró su gloria. Los hijos e hijas de esta isla a quienes él dedicó toda su carrera y su vocación de deportista y de cubano, cuando aseveró: "Prefiero el cariño de ocho millones de cubanos. Y no cambiaría mi pedazo de Cuba ni por todo el dinero que me puedan ofrecer".

0 comentarios