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Gerardo Hernández: una vida por la patria

Gerardo Hernández: una vida por la patria

Gerardo Hernández Nordelo cumple este 4 de junio sus 47 años de edad. Los cumple tras las rejas, en una prisión de máxima seguridad, condenado a la desmesurada, injusta e ilógica sanción de dos cadenas perpetuas y quince años de privación de libertad.

Casi 14 años ha resistido, junto con sus hermanos de lucha, este cubano grande. Y así, con la frente alta, ha enfrentado el enseñamiento más cruel: aislamiento, incomunicación, la tortura sicológica del “hueco”, el dolor de conocer de la enfermedad y posterior fallecimiento de su madre Carmen, la imposibilidad de ver siquiera una vez a su esposa Adriana.

Pero Gerardo llega a sus 47 años más libre que el enemigo que en él vierte todo el odio a un pueblo libre y digno.

Ahí están sus cartas diseminadas por todo el mundo, dirigidas a las amigas y amigos que despliegan iniciativas para que se conozca cada día más sobre el caso.

Ahí están sus palabras de amor a Adriana, la jovencita pequeña, bella y de ojos negros y grandes, que lo cautivó desde que la conoció en una parada de ómnibus de la Habana.

Ahí está su risa, su pasión por el equipo de pelota de Industriales, sus caricaturas, siempre críticas, aleccionadoras, contestatarias.

Ahí está su fino humor, sus gestos de bondad, su ternura infinita cuando le escribe a nuestro pueblo, o a los propios hijos e hijas del pueblo norteamericano, o cuando se dirige a la gente de bien del planeta, a quienes ha calificado como “un jurado de millones” que conseguirá la justicia.

Ahí está su alma abierta cuando salva a una avecilla en prisión, a la que llama Cardenal, y que, como cuento de hadas, aparece y desaparece en fechas simbólicas: su cumpleaños y el día de su boda.

Ahí está su voz cuando se le siente emocionado, al hablar con las niñas y niños de la compañía infantil la Colmenita, cuando  se presentaron en Estados Unidos, y con quienes envía un beso a la gente que le quiere.

Ahí está el joven que siguió las huellas internacionalistas del Che y fue a Angola, el que estudió Relaciones Internacionales, y defendió los sueños de llevar la voz de su país a todo el mundo; el que un día partió a Estados Unidos con la misión de impedir acciones terroristas en su patria; el que renunció incluso a su propia vida, a su familia, a su hogar, a su profesión, por una causa mayor.

Gerardo Hernández celebra estos 47 años más acompañado que nunca. Su nombre recorre el mundo, su causa es la causa de muchos. Su amor se multiplica, sus condenas son un dedo acusador contra el sistema jurídico norteamericano, una nación que se enarbola paladín de la lucha contra el terrorismo.

Su firmeza, su fe, su risa siempre franca son razones más que suficientes para continuar la lucha por la libertad de ese cubano digno que en el año 2001, ante un Tribunal parcializado y manipulado políticamente, aseveró:

 “Su señoría, la Fiscalía considera, y así lo ha pedido, que debo pasar el resto de mi vida en una cárcel. Confío en que si no es en este, en algún otro nivel del sistema, la razón y la justicia prevalecerán por encima de los prejuicios políticos y los deseos de venganza y se comprenderá que no hemos hecho ningún daño a este país, que merezca semejante condena. Pero si así no fuera, me permitiría repetir las palabras de uno de los más grandes patriotas de esta nación, Nathan Hale, cuando dijo: "Solo lamento no tener más que una vida para entregar por mi patria".

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