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Martí a 117 años de su muerte: monte de espuma y madre sierra

Martí a 117 años de su muerte: monte de espuma y madre sierra

Se lanza un ángel de la altura,

Caída libre que da frío.

La orden de su jefatura

es descender hasta Dos Ríos.

Es diecinueve y también mayo,

monte de espuma y madre sierra,

cuando otro ángel a caballo

cae "con los pobres de la tierra".

 

Así describe el trovador cubano Silvio Rodríguez en su canción “Cita con Ángeles” la muerte de nuestro Martí aquel día fatídico de 1895.

Muchas son las historias que se tejen sobre la muerte del Apóstol, los tiros que recibió en pleno campo de batalla, poniendo el pecho a las balas españolas. Su imagen frágil e inmensa, derrumbándose sobre el blanco caballo Baconao, la tristeza del Mayor General Máximo Gómez y de sus hombres, quienes hicieron intentos infructuosos por rescatar el cadáver.

Cuentan que quince meses después de la muerte de Martí, el Generalísimo volvió al sitio donde Cuba había perdido al más universal de sus hijos, al hombre que puso en su justo lugar la palabra Patria, al que sabía exactamente la razón del sacrificio de su vida.

El sitio estaba perfectamente identificado. El campesino José Rosalía Pacheco, vecino de la finca Dos Ríos y quien departió con Martí poco antes de su muerte, había buscado, en compañía de su hijo Antonio en el campo de batalla, el pedazo de terreno donde quedó tendido el cuerpo del Héroe y al encontrarlo, por la sangre coagulada sobre la tierra, lo marcó con un pedazo de madera, conocido como “palo de corazón”.

En pleno gesto de tributo, Gómez pidió a su tropa colocar piedras del río en el sagrado sitio. Así surgió un monumento rústico, con una cruz de madera, de frente al sol, como el Héroe había anhelado.

Duele recordar la escena, y evocar aquel instante luctuoso para la patria.

Pero hoy prefiero evocar al Martí triunfante, que nos sigue guiando.

Quiero verlo este 19 de mayo, a la distancia de 117 años, homenajeado por sus guerreros, por sus compatriotas, que no permitieron que su muerte fuera verdad.

Quiero verlo, no convertido en estatua, sino vital, conduciendo la Guerra Necesaria, guiando al Cuartel Moncada a la generación de jóvenes del Centenario de su natalicio. Acompañando al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra.

Quiero verlo renovado, con rosas blancas para el amigo, con su prosa y su verso ardiente, dándolo todo por Cuba.

Quiero verlo este 19 de mayo, conduciéndonos en el empeño de construir una patria mejor, con el sol del decoro y la estrella que ilumina y mata sobre la frente.

Diciéndole a cualquier niña o niño que haga algo bueno cada día en nombre de los demás, como lo pedía a María Mantilla.

Echando su suerte con los pobres de la tierra.

Mostrándonos que “La libertad cuesta muy cara” y que “La patria necesita sacrificios. Es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella”.

O quizás nos encuentre Martí este día de su tránsito a la posteridad, releyendo la carta inconclusa a Manuel Mercado, para no olvidar jamás que todo cuanto hizo es para eso: “…para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.

Es ese el Martí que se aparece este mayo, en los campos de Cuba, mirando también desde el Caribe a la América Nuestra, más unida, con vientos de soberanía y unidad.

Así nos encuentra Martí a los cubanos, este 19 de mayo. Un día en que volverán las rosas blancas, los versos, su Vindicación de Cuba y el Sol de la Libertad que siempre iluminará esta, su Patria querida.

 

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