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León, ciudad encantada

Llegar a la ciudad de León es hacer un viaje a la imaginación, al pasado, es el encanto de descubrir  una cita necesaria con nuestras raíces en cada pared de una Iglesia, en las calles adoquinadas, en la tranquilidad del pueblo, en la gente sencilla que habla con mucho sentido de pertenencia acerca de un sitio donde hay tradiciones, historias y orgullo de personas que se reconocen, de alguna manera, descendientes del nacimiento de la nación nicaragüense.

Hasta León quise llegar, y esta vez me acompaña Heilen, una muchacha campesina que estudia Periodismo, y cultiva la tierra en una cooperativa femenina, para sembrar jamaica, una planta de donde se extrae una esencia para hacer frescos (refrescos, domo lo conocemos los cubanos), té y medicamentos.

Heilen es muy joven, pero tiene, como todas y todos los leonenses, un gran arraigo por su Departamento, y conoce de su historia. Desde que tomamos el bus, me habla de su ciudad y de los atractivos que allá voy a encontrar. Y me habla también de futuro, por eso comenta de la lucha por los derechos femeninos, y de igualdad y equidad, de cómo ella ha encontrado, en los estudios de género, una manera de llegar de manera más atractiva a su comunidad y en especial, a las mujeres.

Un alto en el camino para comer un quesillo, plato típico nicaragüense, elaborado con una tortilla, que lleva dentro queso, cebolla, y cuajada de leche, además de chile(picante) al gusto, mientras diviso una carretera donde advierto el verdor de los campos de Cuba, si no fuera por los majestuosos volcanes que se vislumbran a lo lejos.

El profesor, periodista y abogado Isabel Mendoza Delgadillo también ha devenido excepcional acompañante de este viaje al pasado.

Y así me adentro en sus palabras, como si abriera las páginas de un libro.

“La ciudad de León se construye en 1524 por Francisco Hernández de Córdobas, uno de los principales gobernadores del reino de España, de los principales conquistadores. Hoy esa parte se conoce como León Viejo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO”-dice Delgadillo, y continúa contándonos de ese legado que también nos pertenece a todos los que vivimos en estas tierras del sur.

“Sus sitios originarios demuestran que exterminaron la organización  política y administrativa indígena y su territorio, como sucedió en toda la América. En 1610 ocurre un terremoto y una devastadora erupción del volcán Momotombo, cuando las mismas crónicas de la época señalan que por diversos húmeros sale humo, y 18 cráteres lanzaron arena. La ciudad queda soterrada y los habitantes, quienes atribuyen  el desastre natural a un castigo divino, tuvieron que emigrar y le piden permiso a la Administración de Subtiava, una comunidad indígena ubicada a 48 kilómetros al Occidente, y allí construyen la nueva ciudad de León”.

Llego y, lo confieso, me siento como atrapada por el ayer. Edificaciones antiquísimas, iglesias, catedrales, monumentos, como el erigido a la Madre, sus hermosos parques, sus establecimientos de grandes puertas de madera, su colorido, los turistas asombrados de tanta belleza, las artesanías que salen de manos entrenadas en el secreto del arte…León es una ciudad encantada, donde el tiempo se detuvo para siempre.

Durante un tiempo rivalizó con Granada la categoría de capital de Nicaragua, y aquí se fundó la primera universidad de este país, hace exactamente 199 años, con las carreras de Derecho y Medicina.  Por eso se le conoce también como ciudad universitaria. Cuentan que el sueño de todo nica es formarse como profesional en León, donde hoy existen trece universidades, una pública y el resto privadas. Muchos de sus edificios son parte de este empeño de formar para el futuro.

Entro en varias iglesias donde se atesoran reliquias maravillosas, y donde se rinde culto a santos y divinidades amadas por este pueblo, desde el Cristo Redentor, hasta otras adoradas por los habitantes de aquí, como las Vírgenes Perpetua del Socorro, la de Santa Ana, la de Guadalajara, la de las Mercedes (Patrona del Pueblo).

Así recorro la Iglesia El Calvario, donde aseguran, es de mala suerte casarse, la de San Juan, la de la Recolección, de Nuestra Señora de Guadalupe, la de la Merced, y llegamos, definitivamente, a una joya de la arquitectura y la historia centroamericana: la Real Basílica Catedral de la Asunción de la Bienaventurada María,  hoy declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esta iglesia fue la primera sede episcopal de Nicaragua y una de las mayores de la región.

El Departamento de León tiene dos sitios que ostentan la condición de Patrimonio de la Humanidad: uno está conformado por las ruinas del León Viejo, y el otro, es esta imponente catedral donde se hace verdadero culto a la creación humana.

Me detengo ante cada una de las imágenes sagradas para el pueblo, donde refulge el oro y la plata, y el encanto de bellas esculturas que encarnan las creencias religiosas de los habitantes.

En esta catedral descansan las cenizas del poeta Rubén Darío, el príncipe de las letras castellanas, leonense de nacimiento, para regocijo de los que residen aquí, y saben que también viven en una tierra de bardos.

Allí también reposan los restos de otras figuras ilustres de ese departamento, como los poetas Salomón de la Selva y Alfonso Cortés, el prócer Miguel Larreynaga y el músico José de la Cruz Mena. Ante todos ellos inclino mi frente de admiración y respeto.

Heilen y otra amiga me llevan al Parque de los poetas, donde se erige una estatua a esa figura universal, y donde no puedo dejar de emocionarme ante la majestuosidad del insigne poeta.

Pero León trascendió ese pasado y se engrandeció en el presente.

Llego ante un sitio, exactamente una esquina, donde se honra a los mártires del 23 de julio, jóvenes que lucharon por la autonomía universitaria, y fueron masacrados en el año 1959 por la dictadura de Anastasio Somoza. Sus nombres rinden culto a la dignidad humana: Erick Ramírez, José Rubí, Mauricio Martínez y Sergio Saldaña son símbolos de una nueva generación que se enfrentó a una dictadura sanguinaria y déspota.

Otro amante del verso y de la vida, el periodista leonense Rigoberto López Pérez, es otro ícono de la rebeldía nacional. Una estatua recuerda su figura y el aporte que brindó a la lucha contra el gobierno somocista. Rigoberto López ajustició al primer Somoza (Anastasio Somoza García), en un acto catalogado como suicida, durante una fiesta en la denominada Casa del Obrero y donde participaba el dictador.

En una operación muy bien diseñada, Rigoberto López disparó a quemarropa contra Somoza, y aunque cumplió su objetivo, no salió con vida del recinto. Su cuerpo fue acribillado a balazos. Somoza moriría una semana después del atentado.

Antes de partir, Rigoberto  le había escrito a su madre: “Lo mío no ha sido una misión, sino un deber que espero haber cumplido (…) lo que yo he hecho es un deber que cualquier nicaragüense que de veras quiera a su patria debía haber llevado a cabo hace mucho tiempo (…) he decidido tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía”.

Y como si el destino le asignara a esta ciudad páginas gloriosas, León es considerada también la capital de la revolución sandinista. En 1979, aquí exactamente sesionó la primera junta del Gobierno de Reconstrucción Nacional, donde se reunieron los Comandantes que habían dirigido la lucha contra la dictadura somocista.

Mis guías me recuerdan que León es una ciudad estratégica, por su ubicación a pocos kilómetros el Océano Pacífico,  por donde cruza la Carretera Panamericana que una a los países de Centroamérica.

Cae la tarde. El sol cae perpendicularmente sobre la ciudad. Los vendedores anuncian cualquier tipo de producto. Las personas siguen entrando a las Iglesias, mientras que veo niños que juegan en el parque central, y aprecio las artesanías que se expenden por doquier.

Me despido, tomo un bus para el regreso, con la certeza de que visité una ciudad encantada, una ciudad donde se fundieron las culturas aborígenes y la española, donde se rinde culto a la Virgen de las Mercedes, y donde la majestuosidad  del Volcán Momotombo seguirá velando por un sitio donde el tiempo se detuvo, para recordar que hubo un pasado de glorias, bajo el verso de Rubén Darío, la valentía patria de Rigoberto López Pérez, y las pieles indias de la comunidad de Subtiava. Y donde sin dudas, habrá un  futuro de glorias, construido por jóvenes como Heilen, que cultivan la tierra, mientras conversan con su comunidad de vencer ataduras y convencionalismos sociales, en una tierra de intelectuales y poetas.

 

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