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LAS CUBANAS: UNA LARGA HISTORIA POR EL DERECHO AL VOTO

LAS CUBANAS: UNA LARGA HISTORIA POR EL DERECHO AL VOTO

¿Cuánto ha avanzado la mujer cubana en sus derechos ciudadanos?

¿Cómo pasó se ser una figura invisible a una protagonista de su tiempo?

¿De qué manera logró que su voz, apagada durante siglos, hoy se escuche y se tenga en cuenta?

Son preguntas que quizás algún internauta pueda hacerse justo en estos momentos, cuando las miradas se vuelven hacia Cuba y sus elecciones de delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular.

Los comicios de este domingo revelan una creciente presencia femenina. Sin embargo en los albores del siglo XX, cuando nació la República mediatizada, las mujeres no fueron tenidas en cuenta como ciudadanas.

Desde el mismo siglo XIX comenzó la lucha de las cubanas por el derecho al voto.

El camino ha sido muy largo. Una mirada a la historia nos revela algunos datos: El Club revolucionario “Esperanza del Valle”, de Cienfuegos, fundado en 1896 y presidido por Edelmira Guerra, realizó el primer pedido de sufragio del que se tiene referencia entre los llevados a cabo por las mujeres cubanas como parte de una agrupación femenina.

La lucha por el derecho al voto estuvo estrechamente ligada al movimiento feminista en la isla.

En 1918, con la creación del Club Femenino de Cuba, la lucha por el sufragio de la mujer se enarboló como una meta.

El Primer Congreso Femenino, celebrado en 1923, se pronunció en ese sentido, pero los gobiernos de turno, una y otra vez incumplieron este sueño.

Fue el 10 de enero de 1934, durante el llamado Gobierno de los Cien Días cuando se concedió este derecho y en las elecciones de 1936 las mujeres ejercieron por primera vez el derecho al voto. A partir de ese momento algunas pudieron acceder a cargos en las alcaldías, el Senado y la Cámara de Representantes.

Pero estaba muy lejos de la realidad el lema demagógico del presidente Grau en los años 40 de que “las mujeres mandan”, porque las que ocupaban esos cargos constituían solamente individualidades insertadas en la política tradicional.

La historia por esta justa demanda se remonta más atrás, en la manigua redentora. Entre el 10 y el 12 de abril de 1869, en Guáimaro, Camagüey, se realizó la Asamblea Constituyente de la República en Armas.

¿Qué había expresado Ana Betancourt ante la Asamblea?:

“Ciudadanos:

La mujer cubana en el rincón oscuro y tranquilo del hogar esperaba paciente y resignada esta hora sublime en que una revolución justa rompe su yugo, le desata las alas. Todo era esclavo en Cuba: la cuna, el color, el sexo. Cuando llegue el momento de libertar a la mujer, el cubano que ha echado abajo la esclavitud de la cuna y la esclavitud del color, consagrará también su alma generosa a la conquista de los derechos de la que es hoy en la guerra su hermana de caridad, abnegada, que mañana será, como fue ayer, su compañera ejemplar”.

En 1925 durante  el Segundo Congreso Nacional de Mujeres, María Collado, una  de las más aclamadas con su declaración resaltó:

“El voto es, señoras congresistas, un arma poderosísima en las manos de quien sabe ejercitarlo, él es también como un lazo de unión entre el ciudadano y la patria”.

Una y otra vez, el reclamo femenino se apagó. Tuvo que venir una revolución justa, como reclamaba Ana Betancourt, que rompiera el yugo y desatara las alas de la mujer y le permitiera participar, en igualdad de condiciones que el hombre, en la vida del país.

El 23 de agosto de 1960, con al nacimiento de la Federación de Mujeres Cubanas comienza una nueva vida para las mujeres de la isla. Muchas son las batallas en que nos hemos insertado, hoy somos protagonistas en todas las esferas. Baste decir que en Villa Clara, por ejemplo, hay 1074 mujeres nominadas para los comicios de este 25 de abril, lo que representa el 36, 05 por ciento del total, cifra que supera en un diez por ciento los indicadores de las elecciones anteriores. Hoy las féminas están representadas en las Asambleas Provinciales del Poder Popular, y en el Parlamento Cubano.

Por todas estas razones, las elecciones de este domingo constituyen, además de una prueba irrefutable de democracia,  una muestra del avance en el reconocimiento al papel creciente de la mujer, bajo el principio de la igualdad y la justicia social que garantiza el reconocimiento a los méritos y  la entrega a una patria que es de todas y de todos.

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