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En el ALBA cristalizan los sueños de Bolívar

En el ALBA cristalizan los sueños de Bolívar

"Yo deseo, más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".

 

Las palabras del Libertador Simón Bolívar, los sueños de una gran Colombia independiente, unida, con las manos tendidas, repartiendo amor entre los que pueblan estas tierras del Sur , se escuchan nuevamente por estos días, cuando Cuba se convierte en la capital de la solidaridad latinoamericana en la Octava Cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).

 

(…)¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella:de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño (…)

 

Así advertía el Apóstol cubano José Martí, en un discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893, y publicado en Patria, Nueva York, el 4 de noviembre de ese mismo año.

Desde hace un lustro, cuando por una idea bolivariana de Hugo Chávez y Fidel Castro, nacía el nuevo proyecto de integración de la América, las ansias del Libertador comenzaban a cristalizar en un continente dividido y cargado de siglos de sufrimiento, pobreza, humillación y entreguismo a las codicias imperiales, que no cesan de saquear sus riquezas y hacer sangrar sus venas abiertas, a decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Con el ALBA, una nueva realidad se hace evidente: la hermandad entre los pueblos puede ser cierta.

Hasta el momento nueve naciones se han adherido a este mecanismo integrador: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras, Ecuador, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda. Las relaciones están marcadas por el espíritu de ayuda, cooperación y respeto mutuos.

Basta mencionar los proyectos de salud, educación, cultura, energía, agricultura, comercio, alimentación, telecomunicaciones, minería, industria y finanzas.

Satisface apreciar la sonrisa de agradecimiento de los más pobres, quienes fueron olvidados hasta ahora, y que hoy pueden ver gracias a la Operación Milagro, o que aprendieron a leer por el Método Yo sí puedo, o que son tratados como personas, y atendidos por quienes emprenden misiones tan humanas como Manuela Espejo o Moto Méndez, en Ecuador y Bolivia.

Reconforta escuchar a cualquier médico graduado en la Escuela Latinoamericana de Medicina, radicada en Cuba, y oírle expresar que aquí aprendió a convertirse en un mejor ser humano.

Un joven argentino contaba a esta reportera hace sólo unos días que en Buenos Aires, galenos de esa nación que se formaron en nuestra isla, emprenden una misión llamada Tatú, el nombre guerrillero del Che Guevara cuando partió hacia la República Popular del Congo, para luchar por la felicidad de los hijos e hijas de esa nación africana.

Los jóvenes de la nación austral  van a los barrios más pobres en una encomienda matizada por el altruismo, para ayudar a los más desposeídos, sin interés económico alguno. Los incita el deseo de ser útiles a quienes más los necesitan. Y eso también lo aprendieron con los programas del ALBA, con las enseñanzas del Che, de Bolívar y de José Martí.

 Aquí, en Santa Clara, en el año 2007, cuando rindió tributo al Guerrillero de América, Chávez reafirmaba que “somos hijos de Bolívar, del Che, de Fidel”

La idea la repitió una y otra vez en su Programa Aló Presidente transmitido aquel domingo 14 de octubre, para recordarnos que los grandes hombres caminan por estas tierras, conminándonos a no olvidar la enseñanza del Héroe Nacional cubano de que debemos andar unidos como la plata en las raíces de los Andes

 

“Solo la unión nos hará fuertes (…) hay que salvar la humanidad (…) expresaba el mandatario venezolano ese día, que quedará como una de las páginas más hermosas de la historia del centro de la isla en los últimos años.

 

 (…)Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente (…).

Martí describía de esa manera la hazaña del caraqueño que protagonizó las primeras luchas libertarias de esta América nuestra.

De redención también se trata cuando empezamos a hablar con voz propia, cuando un presidente indio propone la transformación de su país, o cuando un mandatario venezolano, de estirpe bolivariana, no calla ante el vecino mayor que nos desprecia.

Hoy, en un mundo cada vez más complejo, cuando la globalización, las brutales leyes del mercado gobiernan en este planeta, el ALBA se vislumbra como la esperanza de un mundo mejor.

 

 

Un mundo donde reinen la equidad, la hermandad entre los pueblos, donde no existan odios, ni razas, ni ricos ni pobres. Un mundo donde se hable de integración, y no de rupturas.

Tal y como escribió Martí:

 

 “¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”.

 

Que sea, entonces, el ALBA, el primer paso, el primer camino que desanden nuestros pueblos para hacer cristalizar los sueños de aquel que empuñó su espada para crear una gran nación: esta América nuestra.

 

 

En el ALBA cristalizan los sueños de Bolívar

Dalia Reyes Perera

 

"Yo deseo, más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".

 

Las palabras del Libertador Simón Bolívar, los sueños de una gran Colombia independiente, unida, con las manos tendidas, repartiendo amor entre los que pueblan estas tierras del Sur , se escuchan nuevamente por estos días, cuando Cuba se convierte en la capital de la solidaridad latinoamericana en la Octava Cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).

 

(…)¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella:de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño (…)

 

Así advertía el Apóstol cubano José Martí, en un discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893, y publicado en Patria, Nueva York, el 4 de noviembre de ese mismo año.

Desde hace un lustro, cuando por una idea bolivariana de Hugo Chávez y Fidel Castro, nacía el nuevo proyecto de integración de la América, las ansias del Libertador comenzaban a cristalizar en un continente dividido y cargado de siglos de sufrimiento, pobreza, humillación y entreguismo a las codicias imperiales, que no cesan de saquear sus riquezas y hacer sangrar sus venas abiertas, a decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Con el ALBA, una nueva realidad se hace evidente: la hermandad entre los pueblos puede ser cierta.

Hasta el momento nueve naciones se han adherido a este mecanismo integrador: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras, Ecuador, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda. Las relaciones están marcadas por el espíritu de ayuda, cooperación y respeto mutuos.

Basta mencionar los proyectos de salud, educación, cultura, energía, agricultura, comercio, alimentación, telecomunicaciones, minería, industria y finanzas.

Satisface apreciar la sonrisa de agradecimiento de los más pobres, quienes fueron olvidados hasta ahora, y que hoy pueden ver gracias a la Operación Milagro, o que aprendieron a leer por el Método Yo sí puedo, o que son tratados como personas, y atendidos por quienes emprenden misiones tan humanas como Manuela Espejo o Moto Méndez, en Ecuador y Bolivia.

Reconforta escuchar a cualquier médico graduado en la Escuela Latinoamericana de Medicina, radicada en Cuba, y oírle expresar que aquí aprendió a convertirse en un mejor ser humano.

Un joven argentino contaba a esta reportera hace sólo unos días que en Buenos Aires, galenos de esa nación que se formaron en nuestra isla, emprenden una misión llamada Tatú, el nombre guerrillero del Che Guevara cuando partió hacia la República Popular del Congo, para luchar por la felicidad de los hijos e hijas de esa nación africana.

Los jóvenes de la nación austral  van a los barrios más pobres en una encomienda matizada por el altruismo, para ayudar a los más desposeídos, sin interés económico alguno. Los incita el deseo de ser útiles a quienes más los necesitan. Y eso también lo aprendieron con los programas del ALBA, con las enseñanzas del Che, de Bolívar y de José Martí.

 Aquí, en Santa Clara, en el año 2007, cuando rindió tributo al Guerrillero de América, Chávez reafirmaba que “somos hijos de Bolívar, del Che, de Fidel”

La idea la repitió una y otra vez en su Programa Aló Presidente transmitido aquel domingo 14 de octubre, para recordarnos que los grandes hombres caminan por estas tierras, conminándonos a no olvidar la enseñanza del Héroe Nacional cubano de que debemos andar unidos como la plata en las raíces de los Andes

 

“Solo la unión nos hará fuertes (…) hay que salvar la humanidad (…) expresaba el mandatario venezolano ese día, que quedará como una de las páginas más hermosas de la historia del centro de la isla en los últimos años.

 

 (…)Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente (…).

Martí describía de esa manera la hazaña del caraqueño que protagonizó las primeras luchas libertarias de esta América nuestra.

De redención también se trata cuando empezamos a hablar con voz propia, cuando un presidente indio propone la transformación de su país, o cuando un mandatario venezolano, de estirpe bolivariana, no calla ante el vecino mayor que nos desprecia.

Hoy, en un mundo cada vez más complejo, cuando la globalización, las brutales leyes del mercado gobiernan en este planeta, el ALBA se vislumbra como la esperanza de un mundo mejor.

 

 

Un mundo donde reinen la equidad, la hermandad entre los pueblos, donde no existan odios, ni razas, ni ricos ni pobres. Un mundo donde se hable de integración, y no de rupturas.

Tal y como escribió Martí:

 

 “¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”.

 

Que sea, entonces, el ALBA, el primer paso, el primer camino que desanden nuestros pueblos para hacer cristalizar los sueños de aquel que empuñó su espada para crear una gran nación: esta América nuestra.

 

 

En el ALBA cristalizan los sueños de Bolívar

Dalia Reyes Perera

 

"Yo deseo, más que otro alguno, ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".

 

Las palabras del Libertador Simón Bolívar, los sueños de una gran Colombia independiente, unida, con las manos tendidas, repartiendo amor entre los que pueblan estas tierras del Sur , se escuchan nuevamente por estos días, cuando Cuba se convierte en la capital de la solidaridad latinoamericana en la Octava Cumbre del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América).

 

(…)¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella:de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño (…)

 

Así advertía el Apóstol cubano José Martí, en un discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893, y publicado en Patria, Nueva York, el 4 de noviembre de ese mismo año.

Desde hace un lustro, cuando por una idea bolivariana de Hugo Chávez y Fidel Castro, nacía el nuevo proyecto de integración de la América, las ansias del Libertador comenzaban a cristalizar en un continente dividido y cargado de siglos de sufrimiento, pobreza, humillación y entreguismo a las codicias imperiales, que no cesan de saquear sus riquezas y hacer sangrar sus venas abiertas, a decir del escritor uruguayo Eduardo Galeano.

Con el ALBA, una nueva realidad se hace evidente: la hermandad entre los pueblos puede ser cierta.

Hasta el momento nueve naciones se han adherido a este mecanismo integrador: Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Honduras, Ecuador, San Vicente y las Granadinas y Antigua y Barbuda. Las relaciones están marcadas por el espíritu de ayuda, cooperación y respeto mutuos.

Basta mencionar los proyectos de salud, educación, cultura, energía, agricultura, comercio, alimentación, telecomunicaciones, minería, industria y finanzas.

Satisface apreciar la sonrisa de agradecimiento de los más pobres, quienes fueron olvidados hasta ahora, y que hoy pueden ver gracias a la Operación Milagro, o que aprendieron a leer por el Método Yo sí puedo, o que son tratados como personas, y atendidos por quienes emprenden misiones tan humanas como Manuela Espejo o Moto Méndez, en Ecuador y Bolivia.

Reconforta escuchar a cualquier médico graduado en la Escuela Latinoamericana de Medicina, radicada en Cuba, y oírle expresar que aquí aprendió a convertirse en un mejor ser humano.

Un joven argentino contaba a esta reportera hace sólo unos días que en Buenos Aires, galenos de esa nación que se formaron en nuestra isla, emprenden una misión llamada Tatú, el nombre guerrillero del Che Guevara cuando partió hacia la República Popular del Congo, para luchar por la felicidad de los hijos e hijas de esa nación africana.

Los jóvenes de la nación austral  van a los barrios más pobres en una encomienda matizada por el altruismo, para ayudar a los más desposeídos, sin interés económico alguno. Los incita el deseo de ser útiles a quienes más los necesitan. Y eso también lo aprendieron con los programas del ALBA, con las enseñanzas del Che, de Bolívar y de José Martí.

 Aquí, en Santa Clara, en el año 2007, cuando rindió tributo al Guerrillero de América, Chávez reafirmaba que “somos hijos de Bolívar, del Che, de Fidel”

La idea la repitió una y otra vez en su Programa Aló Presidente transmitido aquel domingo 14 de octubre, para recordarnos que los grandes hombres caminan por estas tierras, conminándonos a no olvidar la enseñanza del Héroe Nacional cubano de que debemos andar unidos como la plata en las raíces de los Andes

 

“Solo la unión nos hará fuertes (…) hay que salvar la humanidad (…) expresaba el mandatario venezolano ese día, que quedará como una de las páginas más hermosas de la historia del centro de la isla en los últimos años.

 

 (…)Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente (…).

Martí describía de esa manera la hazaña del caraqueño que protagonizó las primeras luchas libertarias de esta América nuestra.

De redención también se trata cuando empezamos a hablar con voz propia, cuando un presidente indio propone la transformación de su país, o cuando un mandatario venezolano, de estirpe bolivariana, no calla ante el vecino mayor que nos desprecia.

Hoy, en un mundo cada vez más complejo, cuando la globalización, las brutales leyes del mercado gobiernan en este planeta, el ALBA se vislumbra como la esperanza de un mundo mejor.

 

 

Un mundo donde reinen la equidad, la hermandad entre los pueblos, donde no existan odios, ni razas, ni ricos ni pobres. Un mundo donde se hable de integración, y no de rupturas.

Tal y como escribió Martí:

 

 “¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!”.

 

Que sea, entonces, el ALBA, el primer paso, el primer camino que desanden nuestros pueblos para hacer cristalizar los sueños de aquel que empuñó su espada para crear una gran nación: esta América nuestra.

 

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