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Raúl Castro en mi memoria.

Raúl Castro en mi memoria.

Por Dalia Reyes Perera. 

Quienes un día escogimos el camino de las letras, de la comunicación y del periodismo, "la profesión más hermosa del mundo", a decir del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, sentimos ¿por qué no decirlo? gran orgullo, por ser testigos y voces de una época y de un país donde día a día se escriben páginas inolvidables.

Pues, uno de mis mejores recuerdos, y de mis mayores orgullos es haber compartido, como profesional, con el General de Ejército Raúl Castro.
Era entonces muy joven, recién graduada y comencé a atender como periodista el sector de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Una y otra vez di cobertura a maniobras, actos militares, reuniones, ceremonias de condecoraciones, de bienvenida a delegaciones extranjeras, e incluso, sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular y otros eventos de trascendencia como Congresos de la Central de Trabajadores de Cuba y de la Unión de Jóvenes Comunistas …

Escuchar a Raúl allí, en esos encuentros fue una de las más gratificantes lecciones de mi vida.

Porque lejos de la imagen que se pretende dar por el enemigo, Raúl es el cubano jaranero, amigo y familiar. Sensible y fiel devoto de los jóvenes, a quienes confía las más importantes misiones.

Tengo algunas anécdotas que jamás hubiera sacado a la luz, si hoy no las considerara imprescindibles para develar el rostro del Raúl que yo conozco.

Recuerdo, por ejemplo, que cuando saluda siempre ofrece dos besos: " Uno mío y el otro de Fidel". Disfruté en un clima más cercano, las largas conversaciones con sus amigos, y con su familia. Vi el cariño que profesa a Vilma, lo vi cargar a sus nietos, y hablar de sus hijas con esa vocación de padre y abuelo feliz.

En cierta ocasión, en su oficina, me mostró dos fotos encima de su buró: una de Ñico López y otra de José Luis Tasende, los combatientes y amigos entrañables a quienes jamás olvida.

Es el mismo Raúl que cargó, a inicios de la Revolución, A Temita, la hija de ese Tasende asesinado vilmente en el Moncada. A la niña le dijo, como para que jamás lo olvidara, que las conquistas del nuevo proceso eran la obra de su padre.

Es el Ministro que hace críticas muy duras cuando algo anda mal, pero el mismo que felicita y pone las manos sobre los hombros de un combatiente cuando ha logrado convertir en realidad un sueño. A él, pedí ir a la República Popular de Angola, para hacer trabajos sobre la labor de nuestros internacionalistas. Y me envió con un equipo de la televisión, "para que veas el valor de nuestros muchachos" -me dijo entonces.

Una vez, en Pinar del Río, con los Malagones - fundadores de las Milicias Nacionales Revolucionarias- lo escuché admirar con amor los mogotes que adornan la geografía de esa provincia occidental. Y en el Segundo Frente, en Oriente, compartí con él el homenaje a los caídos, y el profundo sentimiento que le producen las montañas altivas y majestuosas de la Sierra Maestra.

Ese, el mismo Raúl que, en los momentos más duros del país ha logrado demostrar que ¡sí se puede!.

Ha sido impulsor del programa alimentario, de la reforestación, de políticas económicas más justas. De la organización. Y ha sido el hermano fiel. Hermano de sangre y de convicciones.

El muchacho de 17 años que siguió a Fidel, comprometido con una causa que jamás abandonaría. El mismo que no vaciló en convertirse en expedicionario del Granma, en Comandante rebelde, en jefe insustituible. El que abrazó a Fidel cuando se reencontraron en Cinco Palmas.

El mismo que el pueblo aplaudió con fervor cuando en 1959, y en medio de grandes emociones, en un discurso, Fidel perdió la voz. Entonces Raúl siguió hablando a la multitud.

El mismo que llama a Fidel mi Jefe, y que lo abraza feliz, cada vez que el líder resume un evento histórico o regresa de algún recorrido internacional.
El que jamás ha buscado protagonismo, porque sabe que una obra la hace un pueblo.

Aquí, en Villa Clara, conservo entre mis memorias más bellas, aquel Pleno del Partido cuando escribió, en la guayabera de un sencillo trabajador, que Villa Clara sí podía ganar un 26. Y en las Tribunas Abiertas, cuando recorrió la mayoría de los municipios de la provincia…Y aunque elude las entrevistas, en Sagua la Grande y en Placetas tuvo palabras lindas para este pueblo.
Ahora, que por razones ya conocidas, Raúl Castro asume máximas responsabilidades en el país, sé que el Raúl que yo conozco, asume con amor, la decisión de su hermano, de su Jefe y de su pueblo.

Como aquel jovencito, que en el juicio del Moncada, ante los Tribunales que lo interrogaban para acusarlo por la acción, respondió con dignidad y la frente alta: Yo soy un simple soldado a quien se le asignó una posición y un cometido.

 

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